|Por Paula Farbman

|Fotografía: Manuela Mariani

Quiero que si alguna vez me ven claudicar en algo de lo que he dicho, salgan a la calle y recuérdenme que les estoy fallando", suena en loop el primer discurso del presidente Alberto Fernández en la marcha plurinacional por el Día Mundial del Agua. Se repite calle. Salgan a la calle, calle, calle. Y acá estamos. Lo reproduce una camioneta que está estacionada frente al Congreso, esperando avanzar hacia Plaza de Mayo.

No sólo es Fernández quien está en la mira. También es Arcioni, gobernador de Chubut, y todo el entramado político y empresarial que se esconde bajo los disfraces –muy bien cocidos-  del desarrollo y el progreso. Se fusionan varias consignas en la movilización: la lucha contra el extractivismo, el fracking, los incendios forestales, las granjas porcinas, los mataderos y los agrotóxicos. ¿Rebelión o extinción? Se pregunta más de uno a través de cantos y carteles. En sus manos hay quienes llevan dibujado un ojo en cada una y las levantan, simbolizando la atención, la mirada puesta ante cualquier decisión que quieran tomar las autoridades políticas a favor de sus bolsillos y en contra del agua, la biodiversidad, los territorios  y nuestra salud.

A las cuatro de la tarde comenzó a llegar gente al punto de encuentro en Congreso.  Están al frente de la movilización ambientalistas y movimientos campesinos y atrás las organizaciones políticas. Una fila que pega la vuelta, está esperando que el camión de la UTT (Union de trabajadoras y trabajadores de la Tierra) despliegue el Verdurazo que regala verduras cosechadas en el cinturón hortícola de La Plata. “Permiso, permiso” dicen dos que vienen cargados de cajones y descargan otros del camión repletos de berenjenas, morrones y lechugas y comienza la repartija.

En esa misma esquina me cruzo con Gilda, de MTE (Movimientos de Trabajadores Excluidos) del área rural de La Plata, que forma parte de un grupo de campesinas y campesinos que producen alimentos, que buscan, como otros grupos campesinos, tener tierra propia para no alquilar y para producir sin agroquímicos.

Como estaba pautado, se realizó una sentada en la entrada del Congreso para pedir protección por el medio ambiente y regulación para las actividades que malgastan o contaminan el agua. Un aplauso generalizado puso fin a la sentada y se encaminó la marcha hacia Plaza de Mayo. En el medio, performances, cantos, charlas que se dan de par en par, o entre personas que pasan y preguntan “¿qué reclaman?”. Bocinas y puteadas de los autos que se topan con la marcha, que tarda sus largos minutos en liberar cada esquina. Hay quienes dicen que es la primera vez que se ve una marcha ambiental tan masiva.

Antes de irme, una joven de unos quince años de la UTT me regaló una rosa entre risas. Es, además de agroecológica, un gesto hermoso que simboliza la esperanza, que no es verde, sino roja y viva, de quienes luchan por un mundo más justo y soberano, con alimentos sanos, con tierra, techo y trabajo.