Diciembre sin pan y sin trabajo: volvieron los piquetes contra el hambre en el Conurbano

Durante las últimas 24 horas hubo reclamos de comida frente a un frigorífico en Quilmes, un intento de acampe y una masiva movilización en La Matanza. No son hechos aislados. La importancia de las “pequeñas victorias”.

Por Pablo Solana

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Detrás del frigorífico, los pasajes son de tierra y las casas de chapa o de ladrillo a la vista. La fábrica le dio su nombre al barrio, que en realidad se llama Springfield pero todos conocen como Finexcor. La marca empresarial llegó antes que las calles: el caserío nunca se terminó de urbanizar. Hacia el otro lado se extiende La Cañada, barriada popular de Quilmes con tradición de luchas por la tierra en los 80 y por la falta de trabajo desde mediados de los 90. Más allá, San Francisco Solano, otra imponente barriada con historia. Más acá, yendo por Camino General Belgrano hacia la capital federal, está Monte Chingolo, donde militó y vivió Darío Santillán. Se trata del territorio suburbano donde más golpearon los distintos ciclos de ajuste y represión, pero también donde más se resistió. Donde ahora cuesta lograr que los chicos coman con dignidad. Pero Finexcor, el frigorífico propiedad de la empresa Compañía Bernal, se jacta de abastecer con “excelentes productos” en el “negocio de la carne vacuna” al mercado externo: sacan provecho del suelo conurbano, pagan sueldos devaluados del conurbano, dan la espalda a las necesidades de sus vecinos del conurbano pero cobran en dólares de exportación las vaquitas que mandan, faenadas, a Alemania, Italia, Holanda, Inglaterra, Francia, Suiza, Israel, Estados Unidos, China, Brasil, Tailandia y Rusia, según describen en su presentación institucional.

A los vecinos, esa contradicción les hace ruido en la panza. Un par de centenares dejaron de lado el miedo que difunde el gobierno nacional y fueron a protestar. A reclamar un poco de esa carne que ven salir en camiones y pasar ante sus narices, mientras buscan qué poner en la olla para que no se note la falta de proteína en la única comida del día que a duras penas pueden cocinar.

Estamos pidiendo carne, es la segunda vez que venimos y no nos quieren escuchar, sabemos que es una empresa multimillonaria que se lleva el dinero afuera y en nuestro propio país ni podemos comer”, explica Marta Alarcón, una de las delegadas barriales que cada día organiza el comedor comunitario del barrio La Fe. El reclamo fue por 600 kg para todas las familias de los comedores, aún para las que no pudieron o no se animaron a movilizar. La primera vez que fueron, hace algunas semanas, no les dieron respuesta, pero esta vez sensibilizaron a los directivos del frigorífico de una manera efectiva: prendieron gomas frente a la entrada de la fábrica, como se hacía en los piquetes de hace no tanto tiempo atrás. Consiguieron un poco menos de lo que pedían, pero lo importante, aseguran, es que llegaron a un acuerdo. Protestaron, no tuvieron problemas con la policía y lograron una negociación que les va a permitir repartir algo de carne entre las familias la semana previa a la navidad.

La semana que viene tenemos que firmar un acta-acuerdo para formalizar dos entregas de carne para los barrios. No alcanza, pero es algo. Por eso ya presentamos notas en otros tres frigoríficos de la zona”, agrega Orlando Agüero, histórico militante de base de La Cañada. Orlando integra el Frente Popular Darío Santillán, una corriente surgida hace 20 años, heredera de los primeros grupos suburbanos del movimiento piquetero. Ahora ese sector jugó un rol aglutinador para realizar la protesta y aportar su experiencia en la negociación, tanto con la empresa como con la policía bonaerense. Una hora después de iniciado el piquete, llegó un grupo de la Infantería de la policía provincial. Los militantes evalúan que fue importante que no estuvieran involucradas fuerzas federales, a cargo de Patricia Bullrich, para que la protesta se pudiera desarrollar sin forcejeos ni represión. Si elegían como punto de conflicto alguna ruta nacional, aun estando en la provincia, el desenlace hubiera sido distinto, como sucedió durante esa misma mañana en el oeste bonaerense. Pero en este caso, la experiencia militante para la elección del lugar les jugó a favor.

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También en La Matanza

Sin coordinación con la protesta de Quilmes, el Frente de Lucha Piquetero organizó, el mismo día, un corte de ruta en el cruce de Camino de Cintura a la altura de la rotonda de Don Bosco, en La Matanza. Pensaban instalar un acampe, pero lo impidieron las fuerzas federales. El cruce de la rotonda es con la ruta nacional n° 3, por eso la Gendarmería y la Policía Federal pudieron desplegar tremenda cantidad de efectivos y tanquetas. Sin embargo, las organizaciones del Frente de Lucha, encabezadas por el Polo Obrero, el Movimiento Teresa Rodríguez-12 de abril y el Bloque Piquetero Nacional, denunciaron que los federales les impidieron protestar también en el cruce con la avenida Don Bosco, donde no tienen jurisdicción para actuar. Hecha esa denuncia, decidieron marchar hasta la cabecera municipal. La columna fue muy nutrida, al punto que los manifestantes denominaron a la jornada como un “Matanzazo”. En realidad, con esa denominación se estaba gestando, semanas atrás, una protesta aún más ambiciosa que incluía a otros grupos de fuerte convocatoria como la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie, que cuentan con un peso histórico en toda la zona oeste del conurbano. Pero esta vez no coincidieron. Por ahora.

La movilización matancera tuvo otra diferencia con la realizada en la zona sur: no apuntó a un reclamo reivindicativo específico (kilos de carne para las familias de la zona), sino que expresó consignas más ambiciosas, pero a la vez difícilmente alcanzables en este contexto: un bono de 100.000 pesos para todas las familias antes de las fiestas, algo que debería implementar el gobierno nacional y que es sabido que no implementará.

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Hay más

El jueves 5 se espera una masiva “jornada federal de lucha” que arribe Plaza de Mayo. Unificados por la consigna “Argentina sin Hambre, con Paz, Justicia Social y Soberanía”, confluirán las CTA y otros sectores sindicales con organizaciones sociales, de jubilados y corrientes políticas de izquierda y opositoras. 

Pero antes de diciembre el clima de protestas contra el hambre ya venía agitándose. 

El pasado 21 de noviembre, el Movimiento Popular La Dignidad se movilizó al barrio privado Abril, ubicado en Hudson, al sur de la provincia de Buenos Aires. Rafael Klejzer, dirigente de la organización, desafió con su arenga a las fuerzas de seguridad:No vamos a mendigar más en este país, venimos a la calle, a discutir la concentración de riqueza en pocas manos“.

El 30 de octubre pasado, la UTEP acompañó el paro de transportes con cortes en la rotonda de Llavallol, el Cruce de Varela, la rotonda de la Autopista Buenos Aires-La Plata, la esquina de la avenida Rodolfo López y Camino General Belgrano y el Triángulo de Bernal (Quilmes); en Villa Celina, La Matanza, instalaron la protesta más dura: quemaron gomas frente a los depósitos de Mercado Libre y fueron fuertemente reprimidos. Otras protestas se realizaron en el Puente Pueyrredón, donde también resultó ostensible el despliegue represivo ordenado por el gobierno nacional.

Tras la movilización unitaria del 5 de diciembre, se esperan otras protestas en reclamo de alimentos, aun cuando sean descentralizadas y sin una coordinación general. 

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“Pequeñas victorias”

En este contexto, la protesta frente al frigorífico de Quilmes se destaca, no por su masividad (fueron cerca de 200 personas, que no es poco pero tampoco tanto), ni por su radicalidad (no hubo ánimos enardecidos, ni forcejeos ni problemas con la policía), sino porque empalma con una dinámica de lucha presente en los orígenes del movimiento piquetero

Un material de formación del grupo en el que militaba Darío Santillán, cuando los movimientos de desocupados recién empezaban, establecía que, para “desarrollar la conciencia de las masas” y “exceder lo reivindicativo”, primero la base social debía ser capaz de ir logrando ´pequeñas victorias´ que apunten a recuperar la confianza y la autoestima de un pueblo que viene muy golpeado, descreído de sus propias fuerzas”. Eran finales de los años 90, había pasado una dura década de neoliberalismo y dificultades para la movilización.

Hoy el panorama no es el mismo, pero el “descreimiento en las propias fuerzas” es parte de la crisis política, ideológica y estratégica que atraviesa el conjunto del movimiento popular.

Haber logrado apenas media tonelada de carne para algunas familias del sur del conurbano es poco, ante el panorama desolador de la falta de alimentos en millones de hogares de todo el país. Pero no es poca cosa haberlo logrado con la lucha, realizando una asamblea en el piquete, con el protagonismo de ese puñado de personas que volvieron a sus barrios sabiendo que vale la pena luchar. Si se visibilizan estas dinámicas de lucha, con estos resultados, el “efecto contagio” no tardará en llegar.

Hay que recrear el MPV, pero no el Movimiento La Patria Vencerá”, bromeábamos con algunos compañeros que conocen la historia de la organización en la que empezó a militar Darío Santillán. “MPV: Movimiento Pequeñas Victorias, debería llamarse hoy”, decíamos. Un poco en broma, otro poco en serio. A veces hay que saber interpretar cuándo es momento de volver a empezar. Lo importante es que, como decía Rodolfo Walsh, no empecemos de cero. Que tengamos siempre a mano nuestra historia, la historia potente y digna de la lucha popular.