Néstor Kirchner: Otra vez hay que proponer un sueño

El problema hoy es ¿el poder por el poder mismo es un sueño?

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Por Federico Di Pasquale*

Recuerdo como si fuera hoy aquella noche hace ya 14 años en los que como país y como pareja nos pasó de todo. “Llegaremos a tiempo”, la canción de Rosana, sonaba una y otra vez en la televisión pública, mientras los periodistas de 678 mostraban su congoja, pero también su desorientación, porque sin las pasiones y razones de Néstor Kirchner, se perdía demasiado, más allá del ser humano, era el que había hecho que la juventud se vuelva a enamorar de la política y de la militancia, y nosotros, pareja estudiante, un poco crítica porque a los barrios habían muchas cosas que todavía no llegaban, sin embargo, nos daba una esperanza, un lugar.  

Volvía a haber una intelectualidad militante, que se había perdido en los 70, había políticas redistributivas para los de abajo, había acciones que mostraban apoyo a las Madres y las Abuelas, una demonización de Videla y la última dictadura cívico eclesiástico militar que sin formar parte orgánica de ningún partido, siempre nos había parecido el lado correcto. 

Y no como pueden pensar los gorilas, porque me tocó el PROCREAR o alguna pavada así, porque no, porque éramos de ese sector barrial donde las cloacas reventaban y tenías que hacer los mandados o ir a trabajar. Pero sí había políticas de redistribución del ingreso que nos permiten, dentro de la conocida malaria y precarización laboral, un poco mejor, acceder a alimentos, remedios, vestimenta, lo básico. 

Sin tener idea de las internas, de quién era La Cámpora, El Evita o todas las fuerzas, nos simpatizaban los principios. La lucha contra la oligarquía, contra la Sociedad Rural y los sectores concentrados del campo, que un traidor, terminó inclinando a favor de la oligarquía. Pero también veíamos que la izquierda partidaria estaba aún más perdida y que estaba del lado de esos con 4×4 que no tenían ni un peón registrado pensando que esos acaudalados eran los compañeros trabajadores del campo. Los estancieros nunca fueron compañeros,  y no conocían esos militantes marxistas ni un trabajador rural explotado, viviendo en ranchos de chapa, sin acceso a ningún derecho, venidos desde Bolivia la mayoría para que los millonarios “que alimentan la Argentina” se sigan haciendo grandes terratenientes.

Sin embargo, teníamos, como muchos que veníamos de las experiencias y organizaciones del 2001, desconfiamos de las organizaciones que viniendo de la calle y la lucha directa entraban en el Estado. Fueron años de discusiones, que si hay que aprovechar la oportunidad para transformar lo posible para la economía popular, que si el Estado siempre te copta. Cientos de organizaciones se rompieron por esa discusión, como por ejemplo, el MOCASE. Hubo un tiempo en que el Estado, sea peronista o no, era el enemigo. Pensar que la referencia histórica que teníamos no era Evita o Peron, era el menemismo, las privatizaciones, el neoliberalismo, el hambre y el desempleo.

Su llegada al poder mostraba un cambio con respecto al faraón caudillo que había sido Menem que era derrotado. Era otra etapa política. Asumió una nueva generación política. 

Néstor evitó la prolongación de un estado de excepción en que se vivía , quitó la impunidad a los militares de la dictadura, enfrentó con decisión. Resolvió el default de la deuda, ordenó la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los demás organismos de “asistencia” financiera (BID y Banco Mundial), multiplicó las reservas, redujo la desocupación y la pobreza. Los genocidas comenzaron a rendir cuentas por sus crímenes de lesa humanidad. Habló por primera vez en el Congreso Nacional buscando apoyo popular. No presentó un plan de gobierno, tocó temas medulares de los argentinos.

Cuando Néstor asumió la presidencia, el 25 de mayo de 2003, en mi barrio nos juntamos a comer locro, y queremos destacar su mensaje porque fue impresionante y contundente: 

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Nos planteamos construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos individuales de oposición. En los países civilizados, con democracias de fuerte intensidad, los adversarios discuten y disienten cooperando. Por eso los convocamos a inventar el futuro”.

Venimos desde el Sur del mundo y queremos fijar, junto a ustedes, los argentinos, prioridades nacionales y construir políticas de Estado a largo plazo para, de esa manera, crear futuro y generar tranquilidad. Sabemos adónde vamos y sabemos a dónde no queremos ir o volver.. El 27 de abril, las ciudadanas y los ciudadanos de nuestra patria, en ejercicio de la soberanía popular, se decidieron por el avance decidido hacia lo nuevo, dar vuelta una página de la historia. No ha sido mérito de uno o varios dirigentes, ha sido, ante todo, una decisión consciente y colectiva de la ciudadanía argentina. El pueblo ha marcado una fuerte opción por el futuro y el cambio. En el nivel de participación de aquella jornada se advierte que, pensando diferente y respetando las diversidades, la inmensa y absoluta mayoría de los argentinos queremos lo mismo aunque pensemos distinto”.

Concluye en la Argentina una forma de hacer política  a modo de cuestionar el Estado. Colapsó el ciclo de anuncios grandilocuentes, grandes planes seguidos de la frustración por la ausencia de resultados y sus consecuencias: la desilusión constante, la desesperanza permanente

El resultado debe ser la duplicación de la riqueza cada quince años, y una distribución tal que asegure una mayor distribución del ingreso y muy especialmente, que fortalezca nuestra clase media  que saque de la pobreza extrema a todos los compatriotas”.

Para alcanzar tales objetivos respetaremos principios fundamentales que ayuden a consolidar lo alcanzado y permitan los avances necesarios. La sabia regla de no gastar más de lo entra debe observarse. El equilibrio fiscal debe cuidarse. Eso implica más y mejor recaudación y eficacia y cuidado en el gasto. El equilibrio de las cuentas públicas, tanto de la Nación como de las provincias es fundamental”.

No habrá nada confiable si permito la subsistencia de ámbitos de impunidad. Una garantía  de que la lucha contra la corrupción y la impunidad será implacable fortalecerá las instituciones sobre la base de eliminar toda posible sospecha sobre ellas”.

“Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, que seamos un país serio, pero, además, quiero un país más justo”.

“Anhelo que por estos caminos se levante de la faz de la tierra, una nueva y gloriosa nación: la nuestra”.

“Muchas gracias, viva la patria”

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*Licenciado en filosofía