Memoria y lucha contra la explotación sexual y la trata de personas

|Por Mariana Di Mauro

Marita Verón, Johana Ramallo, María Cash, Yamila Cuello, son sólo algunos de los nombres que resuenan en el imaginario colectivo cuando hablamos de trata de personas. Primero desaparecidas, luego buscadas, años sin respuestas y un titular común: “Investigan posible red de trata de personas”.

El flagelo del secuestro de mujeres y niñas para la explotación sexual nos atraviesa como sociedad y, sin embargo, todavía se escuchan discursos del estilo de “se fue con el novio”. Mientras tanto, del otro lado, familias y amigues, junto con organizaciones feministas y abolicionistas pasan años de sus vidas buscándolas. No están perdidas, son desaparecidas para ser prostituídas.

Explotación, violencia y desidia estatal

Al pensar en cómo “desaparecen” las mujeres, una imagen ya instalada es la clásica traffic blanca que las arrebata por la calle. Si bien esta metodología existe, no necesariamente es la más común.

“En general, son chicas de clase baja que desde muy chicas están en una situación de vulnerabilidad muy grande. Familias monoparentales o con abandono de chicos, o que los mismos familiares son quienes las explotan o los familiares tienen retrasos madurativos y les impide hacerse cargo, o donde hay drogas o delincuencia. Donde ya los cuerpos están muy poco cuidados y valorados, y la vulnerabilidad sexual es una de las partes. Muchas veces está en la figura de la “pareja” y es el mismo que las trafica, que las explota sexualmente y las obliga a pararse en la calle o ir al prostíbulo, y a darle parte del rédito”, contó una integrante de la asociación Madres Víctimas de Trata en una entrevista para Revista Resistencias en el 2021.

Otro recorrido que culmina en el mismo lugar se ancla en la necesidad de un trabajo o de dinero. “Hay muchos casos en los que la persona dice “bueno, pruebo”, y enseguida el prostíbulo te capta con deudas. Tenes que pagar por la habitación, por todo lo que usas, si dejaste algo sucio. Y esas deudas se acumulan de tal modo, y los dueños del prostíbulo tienen tanto control sobre tu vida, que a la larga te encontrás en una situación de la que no podes salir”, describió la activista.

De esto se desprende una primera cuestión fundamental: desmitificar la manera en la que las víctimas llegan a esas situaciones, para dar luz al entramado que sostiene esas redes de explotación, tejido en conjunto con las drogas, la extrema pobreza y la desidia estatal. En otras palabras, no es una cuestión de “mala suerte” por cruzarte con una camioneta blanca, es la precariedad, la violencia y la falta de oportunidades a la que son expuestas las mujeres y niñas a lo largo de sus vidas.

A su vez, así como el secuestro puede adoptar múltiples formas, el funcionamiento de las redes también tiene sus variantes y sus grados de complejidad y organización. Según explicó la entrevistada, “tenes desde personas particulares que explotan a una mujer, hasta organizaciones compuestas por varias personas, en general hombres, que ya tienen una estructura criminal organizada. Desde el Estado se dice que la trata está asociada con estructuras de baja complejidad, que no es que hay una mega organización paraestatal que lleva adelante estas cosas, sino que son muchas micro-organizaciones. Pero algunas tienen vínculos bastantes complejos con estructuras de poder y con otros delitos”.

Reconvertir espacios, restituir la memoria y reconstruir vidas

“Si estás secuestrada, tu perspectiva no es salir de ahí, es que van a matarte y ocultar tu cuerpo”, fueron las palabras de la entrevistada tras narrar experiencias con sobrevivientes de trata. Es que en esos infiernos, no hay lugar a otras expectativas.

Frente a esto, existen resistencias por parte de militantes y familiares que se organizan para desmantelar esas redes, así como para rescatar a las víctimas. De esto se trata el proyecto del primer Centro de Memoria y Lucha contra la Trata de Personas del país, cuyo objetivo es crear un espacio de memoria y restitución de derechos para las víctimas donde durante casi 20 años funcionó la Casita Azul.

Dicho lugar operaba como prostíbulo en un barrio costero de la ciudad de Mar del Plata que, gracias al trabajo de organizaciones e instituciones vinculadas a la materia y junto con algunes diputades, fue clausurado en el 2010, expropiado en 2019 y, desde mayo de este año, tras haber finalizado el proceso de donación de la Provincia, está bajo dominio de la Municipalidad de General Pueyrredón.

En una entrevista realizada el año pasado, Silvina Elías, miembro de la Mesa Interinstitucional contra la Trata -una de las asociaciones impulsoras del proyecto-, contó que parte del sentido está en “reconvertir estos espacios donde antes se explotaban mujeres en espacios donde se trabaja por liberarlas, devolverles su autonomía y su voluntad. Que puedan reconstruir un proyecto de vida es lo que también hace que el principal objetivo de este espacio sea que se convierta en un centro de lucha contra la trata de personas y que sea un espacio en donde se desarrollen políticas públicas en la materia”.

“Desde el Estado tenemos una deuda con las víctimas de trata, que tiene que ver con grandes problemas para brindarles la asistencia conforme a sus derechos”, afirmó la entrevistada.

Día Contra la Trata y la Explotación Sexual

Todos los 23 de septiembre se lleva adelante el Día Contra la Trata y la Explotación Sexual. Abordar la problemática en general y la trata de personas en particular implica investigar y desarmar las estructuras de explotación y tráfico de personas, con todos los actores que las sostienen y reproducen.

A la vez, implica comprender que no están perdidas, sino que, en la mayoría de los casos, es la precariedad económica y social en la que se desarrolla la vida de las víctimas, sumada a los desfavorables contextos familiares, los que trazan el camino a esos encierros.

La complejidad de la problemática hace necesaria la presencia activa del Estado y el fortalecimiento de las organizaciones sociales contra la trata para garantizar el derecho de las víctimas a decidir sobre sus propias vidas, alejadas de la explotación y el encierro.