Especial: Evita y una sola clase, les que trabajan

|Arte: Emiliano Guerresi
|Texto: David Pike Lizárraga

Aquel mensaje para la navidad de 1951 de Evita, la encuentra muy enferma con el cáncer avanzado y una gran debilidad en su cuerpo. Su voz templada y débil es síntoma de aquello, pero su mensaje, en contraposición, es aguerrido y fuerte. Sólo seis meses después la encontrará la muerte luego de una siesta de la cual nunca se despertará, una tarde-noche del 26 de julio de 1952.

El proyecto de una patria “en la que haya una sola clase de hombres, los que trabajan” es el testimonio más radical de aquellos años felices en que la clase trabajadora conquistó sus derechos luego décadas de lucha. Aquel proyecto justicialista, que Evita detalla en “La razón de mi vida”, pretende sustituir la lucha de clases por la cooperaciónque los obreros vivan “honradamente” y los patrones no vivan “principescamente”, se diferencia en sus palabras del capitalismo “por explotador” y del comunismo por su lucha de “destrucción”.

Ya lo advertía Eva desde el balcón de la Casa Rosada, en su último discurso del primero de mayo de 1952, sostenida de la cintura por su esposo para mantenerse en pie, dirigiéndose a sus descamisados “contra la opresión de los traidores de adentro y de afuera, que en la oscuridad de la noche quieren dejar el veneno de sus víboras en el alma y en el cuerpo de Perón, que es el alma y el cuerpo de la patria”. Las bombas que caerán tres años después sobre esa misma plaza y el posterior Golpe de Estado serán el desenlace trágico que aquella advertencia pretendía frenar.

Aquel proyecto de cooperación terminaba siendo inviable para la voracidad del capital, sobre todo del capital rentístico que poco sabe trabajar y mucho sabe de acumular. De aquella impotencia nacerá la resistencia a la dictadura y la patria se volvería fusil de la mano de una juventud maravillosa que intentará recoger el nombre de Evita y llevarlo “como bandera a la victoria”. Aquel renovado proyecto, seguramente el más ambicioso de nuestra historia, tuvo una primavera a la que rápidamente le llegó su invierno y el saldo de treinta mil compañeres que harán más profunda la derrota.

En estos días, en que las víboras esparcen su veneno cada vez que alguien asoma la cabeza, se hace necesario mantenernos alertas “contra la opresión de los de adentro y los de afuera” y renovar aquel proyecto. Aquel que vive en las y los descamisados de la economía popular que luchan por sus derechos, en las mujeres y disidencias que codo a codo se ponen al frente, en las y los obreros que pelean por poder vivir “honradamente”, en las y los jóvenes que quieren ser dueños de su futuro; y que será, con las lecciones de nuestra historia, un nuevo proyecto. Uno, como decía Evita en aquella nochebuena, donde “nadie se sienta más de lo que es, ni menos de lo que puede ser” y donde “los gobiernos de las naciones hagan lo que los pueblos quieran”.