|Por Agustina Machiavello

La semana pasada concluyó la Conferencia de las Naciones Unidas por el Cambio Climático (COP 26) en Glasgow, Reino Unido. Es una instancia diplomática mundial para llegar a acuerdos y debatir sobre cuestiones ambientales, y duró dos semanas. Había mucha expectativa puesta en el evento pero lo que dejó no fue más que palabras vacías, cuestiones inconclusas y resultados tibios.

La COP 26 reúne a naciones que hayan firmado la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que es un tratado medioambiental. La novedad es que este año, Estados Unidos participó y se sumó a la misma después de haberse removido del Acuerdo de París firmado en el 2015.

Es importante entender por qué esta edición de la cumbre se planteaba como clave, y no es sólo porque la pandemia ha marcado otro orden de prioridades. Se considera este encuentro como sucesor de la COP 21, donde se firmó el famoso Acuerdo de París antes mencionado. El mismo estipuló objetivos centrados en limitar el calentamiento mundial por debajo de los 2 grados centígrados, y para alcanzar eso, los países deberían reducir al máximo las emisiones de gases de efecto invernadero. Ahora bien, este año se trataría de abordar qué se ha logrado y qué no, desde ese acuerdo internacional, y a su vez pensar estrategias y soluciones para concretamente alcanzar los objetivos.

Las determinaciones de la COP26 no son menores, menos desde una visión Latinoamericana. Uno de los grandes problemas que iba a profundizarse era el financiamiento por parte de países “desarrollados” a países en “vías de desarrollo” para que puedan reducir sus emisiones y adaptarse a la realidad del cambio climático. Si bien se supone que los objetivos principales son reducir a 0 las emisiones para el 2050 y fuertes adaptaciones de todas las naciones, la gran pregunta que esperaba ser respondida era quiénes y cómo se va a financiar esa transición y aún terminada la cumbre permanece la incógnita.

¿Qué pasó?

Empezó la conferencia y también las polémicas, puesto que en esta coyuntura, donde es importante poner el foco en una recuperación ecológica, nadie quiso dar el brazo a torcer. Desde el vamos, se criticó la diversidad en los oradores y expositores, la hipocresía y distancia de los y las mandatarias que asistieron, y la falta de soluciones reales. Se transitó las dos semanas entre presidentes dormidos en las sesiones, expositores dando discursos en el medio del agua, manifestaciones mundiales y la contundente Greta Thunberg que simplificó el circo diplomático diciendo qué todo era BLA BLA BLA.

Supuestamente el documento final engendrado luego de cada cumbre debería haber salido en el cierre, es decir el viernes pasado, pero un día antes publicaron un borrador instando agilizar acuerdos sobre cuestiones centrales -como lo económico entre otros- y qué todavía no estaban cerradas. Finalmente el documento terminó por salir el sábado, lo cual demostró la naturaleza evasiva en materia de soluciones serías y justas.

Los países centrales que son responsables históricos y actuales de la crisis climática, y por lo tanto deudores, no asumieron materialmente los costos ni plantearon grandes transformaciones ecológicas. La financiación es el centro de la ruptura geopolítica sobre el cambio climático y en esta cumbre se evidenció esto. Nadie habló con franqueza acerca de la crisis financiera a la hora de pensar medidas de adaptación, mitigación, y las necesidades urgentes.

De más está decir qué los países en "vías de desarrollo" son mucho más vulnerables no solo por las presiones financieras de los organismos internacionales, la debilidad de las economías -más aún luego de la pandemia- también porque por lo general son los territorios más golpeados por los desastres naturales y sus consecuencias. Descontando que la responsabilidad es muy distinta, teniendo en cuenta la poca incidencia en el cambio climático y las emisiones de gases de efecto invernadero en comparación a los países ricos.

El documento final y sus puntos claves

Luego negociaciones incómodas, borradores qué iban y venían, la intervención a última hora de China e India para cambiar la palabra ‘eliminar’ por ‘reducir’ en un artículo sobre el uso del carbón, finalmente 200 naciones firmaron el documento. En concreto, respecto a la agenda climática se llama -entonces- a reducir gradualmente el uso de carbón como fuente de energía y los subsidios a combustibles fósiles. Así también se solicita una actualización como máximo para el año qué viene de las metas de los países de reducción de carbono para el 2030. Aunque no se garantizó de forma explícita limitar el aumento de la temperatura mundial.

Otro punto clave es instar a los países ricos a duplicar fondos para países en desarrollo en función a ‘ayudar’ a la adaptación al cambio climático, no hay un plan estratégico sino un incremento. Incluso se marca la necesidad de aumentar ‘significativamente el apoyo’ más allá de lo pactado. Curiosamente la propuesta de canjear deuda por acción climática quedó en una instancia ‘de compromiso y diálogo’ y nada contundente se acordó.

Entre otros anuncios, China y Estados Unidos realizaron un acuerdo de cooperación en cuestiones climáticas. La declaración conjunta implica tomar medidas centralmente alrededor de la descarbonización, emisiones de gas metano, y las energías limpias. China y Estados Unidos son los principales emisores de CO2, con lo cual esto es una cristalización de la necesidad de tomar acción.

Si bien algunos avances se pudieron percibir, teniendo en cuenta por ejemplo qué esta es la primera vez qué se menciona al carbón como protagonista del 40% de las emisiones de CO2 y por lo tanto como un combustible qué debe ser eliminado. No se profundizó en lo más importante qué es el cambio en los modelos energéticos.

Ver para creer

Esta cumbre terminó por ser un fracaso generalizado. Algunas cuestiones qué quedaron pendientes se intentarán resolver el año próximo en Egipto, el próximo país sede de la cumbre. Se confirmó la poca voluntad de los países ricos en pagar la deuda qué tienen a cuestas y de contribuir a la justicia climática.