Más allá del domingo: lo que vendrá

Por Sergio Job

Faltan 4 días para las elecciones de medio término en las provincias argentinas. Es media mañana y me manda mensaje desde Caleta Olivia, Majo Mendiburu, gran colega, compañera y amiga santacruceña con quien batallamos varios años desde el Deodoro Roca contra desalojos e injusticias varias y ahora defiende trabajadores por allá. El mensaje escueto rezaba: “comenzaron los movimientos de desocupados en Santa Cruz”, y era acompañado por un video de la Av. Perito Moreno de la localidad de Las Heras, donde cientos de trabajadores sureños caminan bajo el fresco sol de la meseta patagónica. Vestidos con gorritas y capuchas. Las mujeres encabezando. Aplauden con bronca (se les nota). No tienen banderas, no tienen canciones, sólo aplauden marcando el pulso mientras aprietan los dientes, algunos miran al piso, algunos gritan: ¡queremos trabajo! ¡queremos laburar, loco! Avanzan determinados, apurados. No van hacia esa lejana Casa Rosada que les queda a 2.700 kilómetros. Visto desde la (y el) Capital, marchan hacia ningún lado en medio de la nada. 

Como riogalleguense de crianza, la imagen me lleva de un tirón, sin escalas, a mi juventud noventosa, llena de viento, marchas, privatizaciones, cortes, desocupados, punk, grounch, poesías, tristezas, bronca a los de arriba, comprender con el cuerpo y el alma el neoliberalismo, escuela industrial, no saber casi nunca lo que era tener un billete en el bolsillo, amasar la falta de futuro y transformarla en rebeldía, en cortes, en tomas, en centro de estudiantes, en grupo juvenil. Mi mensaje automático a ella fue: “igualito a los 90 boluda”; “da escalofríos” leí de su parte. Unas horas después me llegaban otros videos de cortes en las rutas santacruceñas gobernada por el hasta ayer socio de Milei, el gobernador Vidal, hoy parte del armado “Provincias Unidas”.

Antes de poder seguir el diálogo me entra una video-llamada de Andrea Morales Leanza, otra colega, compañera, amiga, luchadora, desde la Comunidad Peñas Negras en la puna catamarqueña, para hacerme parte, gracias a la virtualidad, de una ronda de caciques, comuneros y comuneras de la Unión Diaguita de Catamarca, comentándome que estaban decidiendo un corte total de la Ruta Provincial N° 43, departamento de Belén, ante las mentiras y numerosas promesas incumplidas por parte del gobierno provincial, luego del tornado que sufrieron el pasado 1 de agosto donde vientos de hasta 160 km/h destruyeron gran parte (80%) de las edificaciones de las comunidades Laguna Blanca y Corral Blanco. Preguntaron sobre consecuencias jurídicas, compartieron su decisión de cortar y sostener hasta que el gobierno cumpla con lo prometido.

Me detengo un párrafo en Andrea. Luego de haber acompañado a mujeres que denunciaron estar siendo víctimas de una red de trata (que también organiza parte el narco-menudeo en la provincia), y de que el principal imputado se suicidara en su celda, viene sufriendo amenazas reiteradas por parte de los socios-cómplices. Ella viene denunciando esta situación y solicitando protección en fiscalías, en el colegio de abogados, en diversas oficinas del gobierno, pero la respuesta viene siendo nula. La semana pasada esta situación escaló cuando un hombre que no conoce, sentado detrás de ella en un bar, la filmaba, sacaba fotos y mantenía una conversación con alguien más. Una señora que estaba en el lugar observó la situación, luego de avisarle a Andre, llamó a la policía. Esperamos que las autoridades catamarqueñas tomen cartas en el asunto y garanticen la seguridad de Andrea y su familia.

Este último párrafo es parte del entramado de implosión social en que estamos cada vez más sumergidos, que va desde un crecimiento preocupante de la cantidad de los suicidios y de la violencia de género en Argentina, hasta la multiplicación de banditas mafiosas de poca monta, que pudren las barriadas por las exiguas ganancias que les toca como último, pero violento eslabón de una cadena millonaria, que toman en sus manos la gestión del narco-menudeo, la trata, las usurpaciones de tierras comerciales (muy distintas a las realizadas por jóvenes familias empobrecidas desesperadas sin lugar dónde vivir). Esta es la foto de la Argentina que Milei y su banda quieren perpetuar y profundizar: la de la precarización, la incertidumbre y la violencia. 

Los relatos anteriores, tan noventosos, son signos, pequeños y periféricos, de que esta dinámica implosiva en que venimos sumergidos empieza a combinarse con elementos de estallido social. Esta mixtura la vivimos en los noventas, aunque con el peso de los polos invertidos. Hoy la implosión prima. Dicen Barttolotta y Gago “no se trata de un escenario binario o de establecer silogismos (si implosiona no estalla o viceversa). Implosiona y puede estallar. Estalla, siempre, sobre lo social implosionado” (2023:85). Es preciso  estar alertas, porque está combinación, sin organización, referencias, ni esperanzas, enmarcado por una crisis civilizatoria sin parangón, puede hundirnos en un caos complejo, doloroso, con violencias verticales y horizontales más o menos difusas.

Porque además, esta dinámica de implosión/posible estallido sobre lo social implosionado se combina en el presente con un escenario inter-trans-nacional cada vez más complejo, donde Argentina cual Tupac Amarú colectivo está siendo tironeado por poderosos intereses que pueden ciertamente desmembrarla. 

El domingo tendremos una foto del humor social y de la profundidad de la crisis de representación de la que tanto se habla. Eso sólo en el plano de la expresión política partidaria y de la configuración de un congreso más o menos dispuesto a acompañar la destrucción de la Patria que están llevando adelante los delincuentes que ocupan el gobierno nacional y sus mandatarios en Washington y Tel Aviv. Pero incluso si el resultado fuese contrario a sus intereses, eso no va a resolver la (re)construcción de lo que vendrá, y la necesidad que tenemos que la militancia deje de pensar en su quintita y de especular, que los dirigentes escuchen y le hablen a la gente y sus problemáticas, no entre ellos. Necesitamos asumir que la Patria está en peligro, y que en ese marco no tenemos otra responsabilidad ni obligación que defenderla, que tejer lo social con lo político y lo cultural con otra dinámica. Suena remanido, pero es desde abajo y las periferias, con protagonismo popular y militante como vamos a construir la salida. Llega un momento sin tanto escenario, sin vips, sin cámaras, y esa es la cancha donde se ven los pingos para el futuro que necesitamos, deseamos y merecemos.   

La complejidad es enorme. Estar a la altura del desafío es sumamente difícil, pero no tenemos que caer en el desahucio y la desesperanza, necesitamos templanza y lucidez, protagonismo colectivo, valentía y claridad. Hay que animarse  a transformar los modos y los contenidos de las prácticas políticas. 

Más allá del domingo: unidad, unidad, unidad. Pero no la unidad endeble de las conveniencias pasajeras, sino aquella que se cimienta en el amor social a esta tierra y este pueblo; que es la única que puede traducirse en proyecto nacional pluricultural, en inteligencia colectiva, en cuidado y defensa de lo común, en solidaridad, en justicia social efectiva y en un futuro digno y grande para todos y todas.