Simón Bolívar: Un legado inconcluso en la larga lucha por la liberación

Por Federico Di Pasquale

El 17 de diciembre de 1830, a los 47 años, Simón Bolívar exhalaba su último suspiro en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, al norte de la actual Colombia. El Libertador, quien había soñado con la unidad de América Latina y la emancipación definitiva del yugo colonial, murió en una época en la que su sueño parecía haber sido truncado por la realidad de las luchas internas, las traiciones y las fuerzas imperialistas que continuaban acechando el continente. Hoy, más de 190 años después, el legado de Bolívar sigue siendo un faro en la oscuridad para quienes soñamos con una América libre, justa e integrada.

Bolívar no fue solo un líder militar excepcional, sino un pensador profundo que entendió que la independencia política de América Latina debía ir acompañada de una transformación radical en sus estructuras sociales y económicas. En su visión, la verdadera libertad no podía ser limitada a la simple ruptura de las cadenas coloniales, sino que debía implicar una verdadera revolución en todos los aspectos de la vida social y política. Desde este punto de vista, su lucha no fue solo contra el imperio español, sino también contra las élites locales que, en muchos casos, pretendían mantener las viejas estructuras de poder al servicio de los intereses extranjeros.

La figura de Bolívar se forja, entonces, en el crisol de una guerra de independencia que no solo enfrentó a los ejércitos realistas, sino también las contradicciones internas de un continente fragmentado. En sus últimos años, Bolívar llegó a comprender que la unidad continental, que tan fervientemente había soñado, era casi imposible bajo las condiciones del momento. La fragmentación de las Provincias Unidas del Gran Colombia, su proyecto de unión, fue uno de los golpes más duros a su proyecto político. Los caudillos regionales, las luchas de poder entre los líderes locales y las intrincadas alianzas con las potencias extranjeras impidieron la consolidación de una gran patria latinoamericana.

Sin embargo, Bolívar no murió derrotado. Su última carta, la célebre “Carta de Jamaica”, escrita en 1815, ya prefiguraba las dificultades que enfrentaría la lucha latinoamericana. En ella, Bolívar reconocía que las fuerzas coloniales habían sido derrotadas, pero también alertaba sobre la necesidad de una constante vigilancia contra el imperialismo. Hablaba de un continente dividido, de los desafíos internos y de la perpetuación de las estructuras sociales coloniales, que no podían ser destruidas por una simple independencia política. De esta forma, Bolívar anticipó lo que aún hoy seguimos viviendo: la dificultad de alcanzar una verdadera independencia en un contexto de dominación económica, cultural y política por parte de los grandes poderes internacionales.

El sueño bolivariano de una América Latina unida y liberada de la tutela imperial sigue siendo una tarea inconclusa. La historia ha demostrado que, tras la independencia formal, las naciones latinoamericanas continuaron siendo presas del dominio de los países colonizadores, ahora en forma de nuevas dinámicas de explotación económica y neocolonialismo. Los Estados Unidos, al igual que antes lo hizo España, se erigieron como la nueva potencia hegemónica que sometió a los países latinoamericanos a un sistema económico y político subordinado.

Sin embargo, el pensamiento de Bolívar sigue siendo una brújula que nos orienta en nuestra lucha actual. En un contexto donde los recursos naturales de nuestra región siguen siendo expoliados por las multinacionales, donde las políticas de austeridad y dependencia continúan siendo impuestas por organismos internacionales como el FMI, y donde los pueblos indígenas y las clases populares siguen siendo marginalizadas, el llamado de Bolívar a la unión y a la justicia social se mantiene vigente. Su idea de un “gran pacto” entre las naciones latinoamericanas sigue siendo una necesidad, aunque cada vez más urgente frente a la amenaza de un mundo globalizado donde los intereses capitalistas no solo explotan, sino que destruyen la vida misma.

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Las ideas ilustradas como pilar del sueño bolivariano

Bolívar fue profundamente influenciado por las ideas de la Ilustración, un movimiento filosófico y cultural que, durante los siglos XVIII y XIX, sembró las semillas de la modernidad en Europa y las Américas. Los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, que fueron el núcleo de la Revolución Francesa, se reflejan en su visión de un continente independiente, libre del yugo colonial, pero también de la opresión interna que marginaba a los pueblos indígenas, a los afrodescendientes y a las clases populares. Para Bolívar, la Ilustración no era solo un conjunto de principios abstractos, sino un llamado a transformar las estructuras políticas, sociales y económicas de América Latina.

Particularmente, las ideas de Rousseau sobre la soberanía popular y la voluntad general tuvieron un impacto decisivo en Bolívar. El Libertador soñaba con un gobierno que emanara del pueblo, una república democrática donde los ciudadanos, libres de la tiranía de las monarquías y las oligarquías coloniales, pudieran participar activamente en la construcción de su destino. Sin embargo, Bolívar también entendía que este sueño requería la creación de un orden republicano sólido, capaz de equilibrar las tensiones entre la libertad individual y el bienestar colectivo, algo que lamentablemente se vio truncado por la fragmentación de la Gran Colombia y las luchas internas entre caudillos.

Además, la influencia de las ideas de libertad económica y el derecho a la propiedad fueron fundamentales para su proyecto, aunque con un giro importante: Bolívar no solo luchaba por la independencia política, sino también por la independencia económica. En su pensamiento, la opresión económica de los pueblos latinoamericanos por parte de las potencias extranjeras y las élites locales debía ser erradicada a través de una profunda reforma social y económica, que pusiera en primer plano los derechos de las clases populares y la justicia social.

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Bolívar frente al ascenso de la derecha: un análisis del presente

Imaginemos, por un momento, la mirada de Bolívar hacia el presente. La realidad política actual de América Latina, marcada por el ascenso de movimientos de derecha reaccionarios como el de Javier Milei en Argentina, sería para el Libertador un claro recordatorio de las luchas que nunca terminaron y las fuerzas históricas que aún buscan restaurar la dominación de las oligarquías. Bolívar, que fue consciente de las traiciones internas y la continua resistencia de los sectores conservadores que intentaban socavar los avances de la independencia, vería en figuras como Milei un resurgir de esa vieja elite que siempre buscó mantener los privilegios coloniales bajo nuevas formas.

La retórica de la derecha actual, con su apelación al liberalismo económico y a la defensa del mercado como motor de progreso, podría recordar a Bolívar los mismos discursos de las élites criollas que traicionaron los ideales de la independencia. Estos grupos, que en el contexto de la independencia representaban una pequeña minoría terrateniente y aristocrática, siempre vieron con recelo los cambios radicales que implican la emancipación plena de las clases populares y la transformación de las estructuras sociales. Para Bolívar, un país que sucumbe a la tentación de las políticas neoliberales sería un país que regresa a su condición de semicolonia, pero ahora bajo el yugo de nuevas potencias, como los centros financieros internacionales o las transnacionales que explotan nuestros recursos naturales.

En su tiempo, Bolívar luchó contra el dominio de una España que se resistía a la independencia, pero hoy enfrentaría a una nueva forma de colonialismo, esta vez en manos de instituciones internacionales como el FMI, y de gobiernos locales que prefieren el servilismo ante el capital internacional en lugar de buscar el bienestar de sus pueblos. La avanzada de la derecha no solo es una amenaza para la soberanía política, sino también para las conquistas sociales que han costado décadas de lucha. Desde este punto de vista, Bolívar vería en figuras como Milei no un simple adversario político, sino un símbolo de la restauración de un orden que busca perpetuar las desigualdades, tanto sociales como económicas, que él trató de erradicar.

Bolívar, además, estaría profundamente alarmado por el regreso de discursos que desprecian la solidaridad regional y que promueven la división y la competencia entre las naciones de América Latina. Un proyecto como el de la “Patria Grande”, que él impulsó con tanto fervor, se ve hoy más que nunca amenazado por la fragmentación y el individualismo promovido por la derecha. La idea de un continente unido, cooperativo y autónomo frente a las potencias imperialistas está siendo reemplazada por proyectos nacionales que, más que buscar la justicia social y la soberanía popular, buscan alinear a los países latinoamericanos con los intereses de los centros de poder económico globales.

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El desafío de mantener vivo el legado de Bolívar

En este contexto, el legado de Bolívar no es solo un tema de evocación histórica. Es un llamado urgente a la acción, una advertencia de que la lucha por la independencia verdadera aún no ha concluido. Bolívar no solo soñó con la libertad política, sino con la libertad económica y social de los pueblos latinoamericanos, algo que está siendo socavado por el regreso de proyectos neoliberales y conservadores que no dudan en entregar nuestras riquezas y soberanías a las grandes corporaciones internacionales.

Hoy, en este otro aniversario de su fallecimiento, debemos recordar que Bolívar no solo fue un hombre del pasado. Fue un hombre del futuro.