“Futuros truncados”, un relato de gatillo fácil

|Por: Paola Amado y Ailín Colombo

“Jonathan Ezequiel Lezcano, alias Kiki, es mi hermano. Fue asesinado por el policía federal Santiago Veyga el 9 de julio del 2009 junto a su amigo Ezequiel (Blanco)”, relató Verónica Urquiza. La encontramos el viernes pasado en la octava Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil con una remera con la foto de un adolescente sonriente, con nariz de payaso y bombín, y la palabra “presente”. La mayoría usaban remeras con la cara de su familiar asesinado, en general, jóvenes. La manifestación se replicó en distintas ciudades del país, lo que refleja lo sistemático y generalizado de este tipo de crimen.

“La policía decide sobre la vida y la muerte de los pibes”

La familia de Kiki Lezcano es numerosa, en total, son 8 hermanos. Él “era el menor de los varones”, explicó Verónica. Y agregó: “nosotros no sabíamos lo que era el gatillo fácil hasta que nos pasó”. Con los años de militancia, “13 años que seguimos levantando la bandera de Kiki”, según su hermanatestificaron cómo el abuso policial es un flagelo en los barrios. El gatillo fácil es una de las modalidades de represión estatal  ejercida por las fuerzas armadas y policiales que consiste en fusilamientos a personas de forma extrajudicial.

Según la CORREPI, desde la vuelta de la democracia en 1983, se registraron 8172 víctimas fatales de represión estatal a lo largo del país.

La marcha surgió a partir de la necesidad de las familias no sólo de exigir justicia, sino de interpelar al Estado para tratar la problemática y erradicarla. “Son pocos casos los que tienen justicia, y una mínima: tres años y en suspenso. Eso no es justicia. La justicia es otra cosa y pasa por cambiar todo”, señaló Urquiza. También, buscan enviar un mensaje a la sociedad indiferente: “piensen que le puede llegar a pasar a un hijo, un sobrino, a un vecino. La policía decide sobre la vida y la muerte de los pibes”.

Solidaridad y lucha

Verónica y su familia llevan adelante la “Casita de Kiki Lezcano” en su barrio porteño de Lugano, en la Villa 20. “Es un espacio donde hay un comedor comunitario que le da de comer a 200 vecinos que todos los días vienen a buscar su comida; donde hay apoyo escolar para los chicos; hay recreación para los jóvenes y se da un apoyo a la familia que pasaron por lo mismo o cosas parecidas. También, recibimos donaciones de mucha gente que nos ayuda”. Allí, realizan un trabajo territorial con familiares de otras víctimas de violencia policial que los contactan.

Un asesinato cada 17 horas

“No importa el gobierno que esté de turno, la violencia policial cada día crece más. Le dieron rienda suelta y los policías hacen y deshacen a gusto y placer de ellos”, resaltó Verónica. Las cifras la respaldan. Según la CORREPI, desde la vuelta de la democracia en 1983, se registraron 8172 víctimas fatales de represión estatal a lo largo del país. De estos, 417 ocurrieron durante el 2021, es decir que el Estado asesinó a una persona cada 17 horas. El blanco de este crimen son principalmente los jóvenes, el 38% tenían entre 15 y 25 años.

“Había un futuro que quedó truncado y nunca se habló de eso”

Detrás del gatillo fácil se esconde la falsa concepción de “justicia por mano propia”. De acuerdo a lo que dice Verónica, “la misma policía induce a la gente a eso. No podemos tomar justicia por mano propia. Nadie es Dios para decir ‘a vos te mato y a vos te dejo vivo’”. Aún así, las cifras de los organismos de derechos humanos revelan que en Argentina la policía actúa como juez y verdugo.

La hermana de Kiki es contundente: “¿Sabés lo que pasa? Los noticieros mismos generan esto: ‘Hay que salir y matar a todos los chorros’, y no es así. Hay otra realidad, detrás de cada pibe hay una madre, hay un padre, hay hermanos, hay sobrinos… Y había un futuro que quedó truncado y nunca se habló de eso”.