En la localidad de Laferrere, partido de La Matanza, existe un espacio donde se respira lucha y resistencia travesti. A base de organización colectiva y militancia nació, hace más de cuatro años, La Casa de Lohana y Diana, “un espacio de encuentro para poder compartir un mate, una comida, para poder compartir un abrazo, un llanto, para escucharnos, para reflexionar y para tener talleres de formación”, nos cuenta Florencia Guimaraes García, activista y presidenta del centro.
“Matancera”, como se define ella, Florencia es integrante de Furia Trava, organización travesti-trans por los DDHH del Partido de La Matanza, y desde hace cuatro años lleva adelante el centro de día que lleva el nombre de dos de las máximas referentes travestis. “La Casa surge hace cuatro años y medio, principalmente por la necesidad que veíamos de crear un espacio específico para la comunidad travesti-trans con ejes particulares que tienen que ver con nuestra militancia y con una mirada abolicionista de la prostitución. Seguimos y levantamos esas banderas de Lohana Berkins y Diana Sacayán, entendiendo que no había ningún espacio para las compañeras travesti-trans de La Matanza”, explica la militante.
La lucha de la comunidad travesti-trans acumula ya varios años en el país, gracias a lo cual lograron importantes avances en materia de derechos, como por ejemplo la Ley de Identidad de Género en el 2012 y la Ley del Cupo Laboral Travesti-Trans, recientemente aprobada este año. No obstante, si bien fueron conquistas necesarias, la realidad de la mayoría de las personas travesti-trans no cambió demasiado. “El 90% de nuestras compañeras hoy todavía subsisten de la prostitución y cada vez que suben a un coche o que salen a una esquina no saben si llegan con vida a su casa. Necesitamos decisiones políticas. Las leyes están. Son conquistas que hemos logrado los movimientos populares, la comunidad travesti-trans, la comunidad LGTBI, pero muchas veces quedan en la letra, no se cumplen. Y sucede tanto con la Ley de Identidad de Género como lo que tiene que ver con el cupo laboral travesti-trans. Sabemos que son contadas con los dedos de una mano las personas que han ingresado a trabajar”, denuncia la entrevistada.
La militancia feminista y disidente llegó para quedarse, pero no como un ítem aislado de “cuestiones de género”, desarticulado del resto de la agenda política. No es casualidad que las mujeres, lesbianas, travestis y trans sean las más precarizadas, las más marginadas y las más pobres. Hay organización en torno a eso, para analizarlo y cambiarlo. Una lectura feminista y disidente de la realidad implica, también, economía y política. En este sentido, Florencia es contundente: “Creo que estas políticas que tienen que ver con géneros y diversidades dentro de nuestros barrios, dentro del movimiento popular, en nuestros territorios, son necesarias, que no se contraponen absolutamente para nada con la demás agenda política”, y agrega, “Siempre está esa cuestión de ‘bueno, primero hay que solucionar lo económico y luego lo que tiene que ver con géneros y diversidades’. Creo que son dos cuestiones que van de la mano, que para hablar de género, diversidades, violencia de género, precarización y todo lo demás hay que hablar de economía y viceversa”.
De esto se trata, también, la Casa de Lohana y Diana, de pensar y reflexionar sobre el pasado y el presente, pero también sobre un futuro para las travesti y trans. “Para nosotras es muy importante mantener la memoria viva, recordar a todas nuestras compañeras, porque eso nos hace seguir pensando: ¿de dónde venimos? ¿Qué es lo que atravesamos y hacia dónde debemos ir? Nos marcan todo el tiempo un horizonte”, cuenta Florencia y resalta, “Todo esto nos tiene que servir para seguir caminando, para seguir destruyendo el sistema patriarcal y capitalista en el que vivimos y en el que somos terriblemente sometidas”.
A través de actividades y de talleres de formación y escritura, las compañeras de la Casa de Lohana y Diana apuestan a contar y poner en valor sus experiencias, para transformar la realidad. “Realizamos talleres diversos, porque también pensamos, reflexionamos, escribimos”, señala Florencia. Ella dirige un taller de escritura y resalta la importancia de dar lugar a las voces de las compañeras, de “escribir desde donde podamos”, y agrega, “desde lo popular, desde nuestra propia pedagogía travesti, desde las resistencias, desde nuestras propias limitaciones que tenemos, que tienen que ver con haber sido expulsadas de todos los ámbitos”.
Las historias en la Casa van y vienen. Jóvenes que escuchan a adultes y adultes que aprenden de jóvenes. Es un ir y venir de experiencias compartidas que juntas van construyendo un solo camino libre de odios y violencias: “Qué más maravilloso que luchar colectivamente todas juntas, escuchando las experiencias que traen las compañeras más grandes. Nos vamos nutriendo las unas de las otras”.
Entrevista completa:
¿Cuál es tu opinión acerca de las ideas que están dando vueltas acerca de que las políticas de género y disidencias se contraponen con la situación económica del país? ¿Cómo te parece que conviven estos puntos dentro de los barrios populares?
Yo creo que estas políticas que tienen que ver con géneros y diversidades dentro de nuestros barrios, dentro del movimiento popular, en nuestros territorios, son necesarias, que no se contraponen absolutamente para nada con la demás agenda política. Todo lo contrario. Yo creo que hace muchos años venimos trabajando, militando y luchando para poner en la agenda todos estos temas que muchas veces son minimizados, desvalorizados. Siempre está esa cuestión de ‘bueno, primero hay que solucionar lo económico y luego lo que tiene que ver con géneros y diversidades’. Creo que son dos cuestiones que van de la mano, que para hablar de género, diversidades, violencia de género, precarización y todo lo demás hay que hablar de economía y viceversa.
No considero para nada que sean temas contrapuestos, todo lo contrario. Creo que cada vez en nuestros barrios, en los territorios, está más fuerte la agenda de los géneros. Y lo vemos en los comedores, en las actividades que hacemos cotidianamente dentro de nuestros barrios, que antes pasaban simplemente por una copa de leche, por hacer algo con les niñes y nada más, y hoy se ha ampliado muchísimo más. Tenemos en los barrios a compañeras travas, maricas, tortas y otras identidades que son parte de esos comedores, junto con las compañeras, con las niñeces, construyendo. Yo creo que esto es de un valor enorme, que hay que tomarlo desde ese lado. Es muy valorable y tiene que ver con una lucha histórica y de muchísimos años.
¿Cómo es la realidad de las personas travesti-trans en los barrios populares?
Las personas de la comunidad LGTBI, o particularmente las travestis, hemos sido siempre parte de los movimientos territoriales populares y piqueteros. Acá en La Matanza, teníamos a nuestra compañera Diana Sacayán que en los años 2000 cortaba la ruta junto a un montón de compañeras, mujeres con sus niños, con sus changos, revolviendo la olla, haciendo ollas populares, demandando acceso a la vivienda, a la salud, a la educación, al trabajo, luchando.
Las diversidades siempre hemos estado en los territorios. Hoy mucho más visibles, pero siempre estuvimos, siempre estuvimos de la mano de las compañeras. Las travas siempre hemos acompañado a nuestras compañeras en las situaciones de violencia de género, en lo que tiene que ver con el aborto. Y nuestras compañeras nos han acompañado también a nosotras cuando llegábamos a las madrugadas reventadas a palos por los tipos en la ruta, cuando las compañeras éramos detenidas en una comisaría, y nuestras propias compañeras de los movimientos territoriales nos acercaban un plato de comida, una frazada, o simplemente iban a la puerta de la comisaría a hacer un piquete o a manifestarse para que dejen de reprimirnos y de perseguirnos.
Hay una historia muy grande. Quizás hoy es más visible porque tiene que ver con el contexto que estamos viviendo de la globalización, los medios de comunicación, que con un teléfono poder acceder a cuestiones que antes era más difícil enterarse, porque si no estabas en el territorio no te enterabas.
En relación a las políticas vinculadas al género y a las diversidades, por ejemplo, el cupo laboral trans, ley de matrimonio igualitario, ¿cómo ves reflejada estas políticas en los barrios populares?
Yo creo que falta muchísimo, que todavía no se ven reflejadas en nuestros territorios, en nuestras vidas, en nuestro cotidiano. Si bien tenemos una ley de cupo laboral travesti-trans a nivel nacional y una ley de cupo en la provincia de Buenos Aires que lleva el nombre de Diana Sacayán, su impulsora, no se aplican, no se cumplen. Y esto se da hoy también con la ley de cupo e inclusión Lohana Berkins-Diana Sacayán a nivel nacional.
Todo es a cuenta gotas, siempre recae esa frase: “Bueno, todo lleva tiempo. Paciencia”. La verdad es que los tiempos son muy acotados, las necesidades son urgentes, el hambre no conoce de burocracias, las vidas travestis y trans penden de un hilo. El 90% de nuestras compañeras hoy todavía subsisten de la prostitución y cada vez que suben a un coche o que salen a una esquina no saben si llegan con vida a su casa.
Necesitamos decisiones políticas. Las leyes están. Son conquistas que hemos logrado los movimientos populares, la comunidad travesti-trans, la comunidad LGTBI, pero muchas veces quedan en la letra, no se cumplen. Y sucede tanto con la ley de identidad de género como lo que tiene que ver con el cupo laboral travesti-trans. Sabemos que son contadas con los dedos de una mano las personas que han ingresado a trabajar.
Y ahí entra otro factor que es bastante tramposo dentro de la ley, que es que sigue hablando de contrataciones en cualquiera de sus modalidades. Entonces algunas de las personas travestis y trans que han entrado a trabajar en el Estado están siendo precarizadas. El Estado precariza y eso no tiene nada que ver con lo que nosotras soñábamos, construimos y pensamos hace muchos años, que es una ley, no sé si decir reparatoria, porque hay daños que son irreparables, pero que realmente nos haga acceder a todos los derechos que debe tener cualquier persona de la clase trabajadora, y no estar pendiente de un contrato basura de la precarización, de ser monotributistas, sino tener un puesto de trabajo que nos asegure un futuro de acá hasta el último día de nuestras vidas. Bueno, eso no está sucediendo y también hay que visibilizarlo.
La Casa está llena de fotos de compañeras, muchas que ya no están, ¿cómo las recuerdan?
Acá todo el tiempo convivimos con nuestras compañeras, no solamente en nuestras memorias, sino también a través de la fotografía y de diferentes maneras. Para nosotras es muy importante mantener la memoria viva, recordar a todas nuestras compañeras, porque eso nos hace seguir pensando: ¿de dónde venimos? ¿Qué es lo que atravesamos y hacia dónde debemos ir? Nos marcan todo el tiempo un horizonte. Y no solamente nuestras grandes compañeras y referentes, como Lohana Berkins, Diana Sacayan, Maite Amaya, sino todas nuestras compañeras travestis y trans que quedaron en el camino, que fueron asesinadas, que fueron víctimas del travesticidio social, que murieron jóvenes, que no tuvieron acceso al derecho a su identidad, que jamás tuvieron acceso al trabajo, que fueron violentadas, reprimidas, encarceladas, que fuimos encarceladas, que tuvimos que vivir bajo Códigos Contravencionales que criminalizaban nuestra identidad de género, que ser travesti era un delito en nuestro país.
Todo esto nos tiene que servir para seguir caminando, para seguir destruyendo el sistema patriarcal y capitalista en el que vivimos y en el que somos terriblemente sometidas. Las personas travestis y trans vivimos bajo la pobreza estructural, bajo la violencia estructural. Desde que manifestamos nuestra identidad de género siendo niñas, sobre todo en Argentina y muchos países de Latinoamérica, somos expulsadas de nuestras casas, de las escuelas, de las instituciones todas, porque la familia también es una institución patriarcal en los términos que la que la conocemos. Estamos hablando de vidas que son violentadas desde la niñez y que termina finalizando muy tempranamente esa vida. Una expectativa de 35 años de edad.
Mencionaste el “travesticidio social”, ¿qué diferencia tiene con el de travesticidio? ¿Cuál es el significado que le atribuyen y cómo lo acuñaron?
Cuando hablamos de travesticidio social o de travesticidios, son términos que construimos las travestis colectivamente en comunidad, pero que nos trajo y nos puso también sobre la mesa nuestra compañera Lohana Berkins hace muchos años en los Encuentros antes de Mujeres Nacionales y hoy de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, No binaries y Plurinacionales. Nos decía: “Compañeras nuestros crímenes son travesticidos, no es transfobia, no somos cucarachas a las que hay que tenerles miedo o que nos generan miedo. Lo que nos hacen a nosotras tiene que ver con el odio patriarcal que se inyecta en la cabeza de un montón de varones desde la niñez”.
Cuando decimos travesticidio, por lo general, hablamos de los crímenes de odio. Y para mí es muy importante, como sobreviviente de prostitución, visibilizar que la mayoría de los crímenes de nuestras compañeras se dan en contextos de prostitución, son asesinadas en la ruta, en albergues transitorios, en los departamentos privados cuando ejercen la prostitución, ya sea por tipos, ya sea por la policía. Entonces eso hay que dejarlo muy en claro. Y después, cuando hablamos de travesticidio social, estamos hablando de muertes evitables. Estamos hablando de estas vidas que son arrebatadas a muy temprana edad. Estamos hablando, por supuesto, de una responsabilidad del Estado, pero de gran parte de la sociedad que mira para un costado cada vez que ve una niña travesti parada en la puerta de su casa, teniendo 12, 13, 14 años, subiendo o bajando de un coche durante todas las noches; de las familias que siguen siendo abandónicas, que no les interesa cuál es nuestro destino cuando nos echan de nuestras casas siendo niñas. Tenemos que ponerlo en esos términos. Nosotras también somos niñeces. Niñeces abandonadas, expulsadas y condenadas a muertes tempranas.
¿Cómo nació la Casa?
La Casa surge hace cuatro años y medio, principalmente por la necesidad que veíamos de crear un espacio específico para la comunidad travesti-trans con ejes particulares que tienen que ver con nuestra militancia, con una mirada abolicionista de la prostitución. Seguimos y levantamos esas banderas de Lohana Berkins y Diana Sacayán, entendiendo que no había ningún espacio para las compañeras travesti-trans de La Matanza, un espacio de contención que cree herramientas para una salida laboral, si es que las compañeras así lo definen y desean, un espacio donde se puedan abordar también cuestiones que tienen que ver con el consumo problemático de sustancias, un espacio de encuentro para poder compartir un mate, una comida, para poder compartir un abrazo, un llanto, para escucharnos, para reflexionar y para tener talleres de formación. Así surge la Casa.
Pero la Casa no queda puertas para adentro, nosotras también hacemos trabajo territorial. Salimos por las noches a la ruta a buscar a las compañeras, a invitarlas a la Casa, a preguntarles si necesitan algo. Articular también, como podemos, con diferentes instituciones y con el Estado para que las compañeras puedan acceder al cambio registral de DNI, para que puedan acceder a lanzar el sistema de salud integralmente, no solamente con cuestiones que tienen que ver con los consultorios de diversidad y la hormonización, sino muchos otros factores que tienen que ver con las ITS, con la silicona en nuestros cuerpos, con si las compañeras necesitan arreglarse su boca e ir a un dentista. Poder gestionar, en la manera que se pueda, porque muchas veces también hay muchos obstáculos y mucha burocracia, que las compañeras puedan acceder mínimamente a los planes sociales que hay hoy, como el Potenciar Trabajo, para que puedan tener un ingreso económico y puedan así solventar su vida, pagar el alquiler, la pieza donde viven, etc..
Todas esas cuestiones las hacemos en la Casa, autogestivamente, con la ayuda de muchísimas personas que nos ayudan, donan plata, compran rifas, donan muebles, traen ropa para las compañeras, productos alimenticios, de higiene. Realmente, hemos sido muy abrazadas por un montón de personas, eso hay que decirlo. Entonces acá estamos, seguimos trabajando, seguimos construyendo, ampliando y abriendo las puertas no solamente a la comunidad travesti-trans, sino a toda la población LGTBI+ de La Matanza. Necesitamos, las travas, ser abrazadas también por las demás personas de nuestra propia comunidad. Muchas veces hay, dentro de nuestro propio colectivo, mucho estigma hacia nosotras, mucha discriminación, somos segregadas por personas de nuestra propia comunidad. Necesitamos sanar esos vínculos, construir otras formas, construir desde otro lugar.
¿Qué actividades o talleres realizan en la Casa?
Organizamos talleres de formación y estamos por arrancar un taller de costura que venían pidiendo las compañeras hace rato. Realizamos talleres diversos, porque también pensamos, reflexionamos, escribimos. Estamos llevando adelante un taller hace tres años que se llama Ronda de Tejes Travestis y Trans, y las compañeras están escribiendo poemas, poesía. La idea es que eso sea un librito, fanzine o lo que fuese que podamos llegar a hacer para que circule y se conozca lo que escriben nuestras compañeras desde la escritura trava, la escritura pobre, de entender que muchas de nosotras no hemos terminado la secundaria ni la primaria, pero así todo, escribimos, nos manifestamos, nos hacemos entender muy claramente.
Eso para mí es muy importante: escribir desde donde podamos. Y es tan valioso y tan valorable como una escritura académica. Tenemos que romper con esa hegemonía que hay en la literatura, donde tales feministas, tales académicos, académicas, y parece que fuera algo sagrado. No, bueno, una escritura también desde lo popular, desde nuestra propia pedagogía travesti, desde las resistencias, desde nuestras propias limitaciones que tenemos, que tienen que ver con haber sido expulsadas de todos los ámbitos, y uno de los principales: de la institución educativa. Así yo, que llevo adelante este taller, precisamente, soy una persona que incentiva todo el tiempo que todas las compañeras escriban como nos salga.
También es un ejemplo para todas aquellas compañeras que vienen y que son más jóvenes. Tenemos desde compañeras que tienen 18 o 20 años a compañeras que tienen casi 70 y las que tenemos 40 o treinta y pico, y estamos todas acá. Las más chicas van escuchando nuestras historias, porque a veces abren los ojos muy grande cuando les contamos que hace 10, 15 años íbamos a comprar el pan y terminábamos cinco días detenidas por los códigos contravencionales. No lo pueden creer, no lo entienden. Porque entendemos que son, de alguna manera, hijas de la Ley de Identidad de género, y eso tiene que ver con la lucha y con haber puesto el cuerpo muchas de nosotras y muchas de las compañeras que hoy no están.
Entonces, es importantísimo rescatar la genealogía travesti: que estos saberes sean colectivos para no permitir que nunca más nos pasen por encima de la manera que nos pasaron, que nos siguen pasando, porque todavía atravesamos un montón de violencias todos los días. Las más niñas, las más jovencitas también, a pesar de ser hijas de la ley de Identidad de Género, atraviesan todo tipo de violencias. Esto no ha cesado, entonces necesitamos seguir luchando contra todas estas violencias. Y qué más maravilloso que luchar colectivamente todas juntas, escuchando las experiencias que traen las compañeras más grandes. Nos vamos nutriendo las unas de las otras.
¿Cómo recordás a Diana Sacayán?
La recuerdo con una sonrisa, porque era la compañera con la que era imposible no reírte. Era una compañera que estaba muy llena de energía, de alegría, de furia, que la encontrabas siempre en el territorio. Era muy solidaria, pensaba todo el tiempo en sus demás compañeras, no solamente en las travas, sino sus compañeras mujeres, tortas, lesbianas y compañeros también. Era una compañera que tenía muy claro de dónde provenía y cuáles eran las luchas de la clase trabajadora.
Yo la recuerdo con una sonrisa siempre a Diana. Me quiero quedar con la sonrisa de Diana, con una Diana a los gritos en el tren, en el colectivo, donde estuviese. No me quiero quedar con imágenes que he tenido que vivir, porque he participado del juicio de Diana, de absolutamente todas las audiencias y he visto como han dejado su cuerpo. Han querido callarla, han querido amordazarla, pero no pudieron. Se llevaron su cuerpo, pero Diana está, está en cada una de nosotras, va a estar siempre en la lucha de los pueblos, va a estar siempre en la lucha de las travas.