|Por Marielle Zain

El domingo 2 de octubre se llevarán a cabo las elecciones presidenciales de Brasil. El candidato presidencial Luiz Inácio Lula da Silva encabeza la intención de voto en el país con el 44 %, según la última encuesta del Instituto de Investigaciones Sociales, Políticas y Económicas. En segundo lugar se encuentra el actual mandatario, Jair Bolsonaro, con el 35 %. Les sigue en tercer lugar el exministro Ciro Gomes con un 9 %, así como la senadora Simone Teben con un 5 %.

Desde hace unos meses, el debate público perfila una encendida contienda electoral entre Jair Bolsonaro, dirigente de la agenda neoconservadora de la derecha brasileña, y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien gobernó entre entre el periodo 2003-2011, que hoy en día representa un hito fundamental, tanto para la izquierda brasileña como para las izquierdas latinoamericanas.

Falta menos de un mes para que se lleven a cabo los comicios en el vecino país y el ambiente que anticipan estas elecciones oscila entre promesas y denuncias, ataques y reclamos entre ambos candidatos; actitud y estrategia generalizada en las entrevistas realizadas a cada uno de los candidatos en Tv Globo,  y que se extendió también al primer debate televisado por Tv Bandeirantes.  

Lxs ciudadanxs brasileñxs tendrán que elegir entre dos horizontes opuestos: el continuismo de las políticas neoliberales, expresadas en la explotación de los recursos naturales, la destrucción de la Amazonía y una sociedad armada; o por otro lado, le dará o no  otra oportunidad a la línea política del Partido de los Trabajadores en cabeza de Lula da Silva y  al reflorecimiento de un proyecto de país que apueste por la reconstrucción de los lazos solidarios del pueblo brasileño.

Las propuestas de la fórmula del (PT) Lula-Alckmin se divide en 3 ejes:  

  • desarrollo social y garantía de derechos,
  • desarrollo económico y
  • sostenibilidad socioambiental y climática, reconstrucción de la soberanía y defensa de la democracia.

La fórmula del Partido de los Trabajadores (PT), también ha hecho hincapié en la necesidad de desarrollo de la industria brasileña fuera de las relaciones clientelistas o favoritistas, instauradas por el partido Progressistas PP; relaciones que postergan y contienen el despliegue de las potencias productivas brasileñas. Para ello, Lula propone revisar los acuerdos económicos entre Brasil y Europa, para depurar así el vínculo comercial.  

Hace dos semanas, Lula da Silva dio una conferencia de prensa. Durante la misma, explicó la centralidad total que tendrá en la agenda política de la izquierda latinoamericanista, la preservación de la eco-región del Amazonas. Esta preeminencia de la preservación ambiental en la agenda fue llamada “Prioridad Absoluta”; llamamiento bajo el cual se encumbra también la protección de la diversidad étnica y humana de la región.

En este sentido, Lula comentó que se pondrá en funciones un sector gubernamental especialmente destinado a tratar soluciones para con los pueblos originarios de la amazonía. También,  rindió homenaje a Bruno Pereira (Indigenista) y Dom Philips  (Periodista Brítanico), ambos asesinados en el valle de Javarí, por parte de los responsables del narcotráfico y el tráfico de armas en dicha locación.  El compromiso de Lula con una Justicia ambiental y por lo mismo social, es algo presente en cada una de sus alocuciones públicas.

Por otro lado, Bolsonaro ha centrado su discurso en la ampliación de los derechos de los usuarios de armas de fuego, sostenido sobre algunos índices de crímenes violentos (asesinatos) diarios que se han visto reducidos (6,5% del 2020 al 2021) en víctimas, supuestamente, por el crecimiento en el número de usuarios de armas de fuego (241%), y una agenda en consonancia con las iglesias protestantes Brasileñas.  También denuncia estar atravesando la misma situación de Jeanine Añez, ex mandataria de Bolivia, quien fue condenada a diez años de prisión por el Golpe de Estado orquestado en el gobierno de Evo Morales de 2019 . Por esto, el tribunal superior de Brasil tiene abierta una causa contra Jair Bolsonaro,  por haber diseminado mentiras que generan desconfianza de la ciudadanía en el actual sistema electoral; en las urnas electrónicas y el software de conteo de votos. El presidente denuncia además, ser víctima de presiones y chantajes para designar jueces de cortes, deslizando también que hay tres jueces electorales en su contra, lo que justificaría la participación de las fuerzas armadas en el escrutinio.

Esta crítica al sistema electoral ha fomentado la polarización en el vecino país, y la  desconfianza generalizada en el sistema de votación electrónica, que es fagocitada por el presidente Jair Bolsonaro desde el 2021. La misma se reforzó y propagó por medio de las redes a través de la circulación de noticias falsas en internet (Fake news) y de las intenciones golpistas de ciertos empresarios que apoyan al gobierno del presidente que se filtraron en las redes.  La consecuencia de estos ataques desencadenó en las denuncias interpuestas por el entonces magistrado Alexandre de Moraes (recientemente nombrado presidente del Tribunal Supremo Federal) contra el actual mandatario, por calumnia y difusión de noticias falsas. Alexandre será una figura clave para mantener la confianza en el sistema electoral en los próximos  comicios del 2 de octubre.

Lo que se debate entre Lula y Bolsonaro tiene que ver con un horizonte social concreto: Una pintura, el estado de guerra “todos contra todos”. Como en La Guerra de las dos rosas, los ciudadanxs brasileñxs se enfrentarán simbólicamente en las urnas; o el desarrollo del pueblo por el pueblo y la apuesta por el rebrotar  de las políticas pensadas y dirigidas por los  trabajadores; o el avance de Jair Bolsonaro, un hombrecillo de fuego con su vociferante ejército de pistolas silenciando a la vida que aún resiste y aún denuncia el ecocidio amazónico del 2019. ¿Qué sobrevivirá entre las democracias y la devastación? ¿contemplaremos el valor de un pueblo en el reflorecer de las rosas o nos aturdirán las balas y el odio con el que apuntan sus pistolas?