|Por Paula Farbman

|Fotográfica Antonella Giuso

Abro Google Maps. Embajada de China, escribo. Está frente a Parque Sarmiento: una zona atípica para este tipo de movilizaciones, pero condescendiente con el reclamo: hacerse visibles ante los horizontes que China tiene sobre nuestro país.

Pasó un año desde que salió a la luz la negociación del Memorándum de entendimiento entre nuestro país y China para la instalación de mega – granjas porcinas para la producción de cerdos de exportación.  La noticia se conoció al tiempo que el país asiático sufrió la peste porcina africana, debido a tal modelo de producción industrial, que los llevó a sacrificar a millones de cerdos. ¿Dónde continúa el negocio? Argentina, no se diga más.

Hay gente, pero me da la sensación que falta cuerpo. No se ven grandes columnas y hay muy pocos representantes de partidos políticos. El reclamo es contra la instalación de mega-factorías porcinas en territorio argentino. Las últimas noticias fueron el constante ocultamiento de la información pública, la negación del proyecto por un tuit de Cancillería y la frutillita del postre: el anuncio de Jorge Capitanich, gobernador de Chaco, oficializando el acuerdo de la provincia para exportar cerdos a Beijing.

“Mirémonos. Estamos todos con barbijos todavía por estos modelos de producción. No podemos permitir ser caldo de cultivo de otra pandemia”, enunció uno de los tantos oradores que pasaron por el camión/escenario de la movilización. Es que las peores consecuencias de instalar estas megas-granjas son las ambientales: consumo insostenible de energía y bienes comunes, inmanejable cantidad de desechos contaminantes para el suelo, aire y agua que derivarían en enfermedades zoonóticas con potencial pandémico entre personas. Seguido a este panorama, Argentina profundizaría la concentración y dependencia económica, dejando en off-side a empresas regionales y a pequeños y medianos productores.

Este proyecto, que deambula entre el silencio y la clandestinidad, es rechazado por ambientalistas autoconvocadxs y organizaciones rurales. No es sólo el “cuento vegano” ante el maltrato animal. Va más allá. Se trata de poner un freno ante la insistencia de los gobiernos de dolarizar el país y perder nuestra soberanía. Es el derecho a tener acceso a la información pública y la consulta popular para decidir qué modelo de producción queremos tener. Cómo nos queremos alimentar, de qué manera y que todos y todas tengamos la posibilidad de consumir alimentos sanos y libres de agrotóxicos. Si bien la movilización gritaba No al acuerdo porcino, los carteles se unían al reclamo contra la megaminería, el fracking y a todos los abusos a nuestras comunidades y territorios.