La palabra de Julieta Piermaria, fotógrafa de Resistencias, que junto a sus compañerxs Antonella Giuso y Emiliano Guerresi, fueron a hacer una cobertura periodística por el desalojo de la cooperativa Nueva Generación y terminaron detenidxs tras una brutal represión.

|Por Julieta Piermaria
|Fotos: Julieta Piermaria, Antonella Giuso y Emiliano Guerresi

Llegamos un rato antes de las siete de la mañana a la cooperativa. Estaba la presidenta Alicia Gutiérrez con compañeros y compañeras de Nueva Generación, y de otras cooperativas, como Oro del Inca y UST, así también compañeros de la OLP y del MTE. El espacio estaba casi vacío, porque sacaron la mayoría de las máquinas. El desalojo parecía inminente, pero, a su vez, había una cuota de esperanza devenida en resistencia. Éramos todes trabajadores de la economía popular queriendo luchar contra un monstruo gigante como lo son el negocio inmobiliario, la justicia y la policía.

Se acercó un empleado del poder judicial que notificó el desalojo y se quiso mostrar predispuesto asegurando un desalojo pacífico y que la policía sólo estaba para persuadir. A los quince minutos, estábamos rodeados por muchísimos colectivos llenos de efectivos y entendimos que el desalojo iba a suceder sí o sí, y decidimos entrar a la textil a modo de resguardo. La policía aprovechó y avanzó. Estando de espaldas a ellos, al estar entrando a la fábrica, comenzaron a tirar con balas de goma, con mucho gas lacrimógeno y no tardaron absolutamente nada en entrar a la cooperativa. Empezaron a tirar a todes al piso. Nosotres, con Anto y Emi, estábamos adentro, en la cocina, en la planta alta. Poco antes de que entren, me subí al balcón del jardín maternal a sacar fotos, pero ahí empezaron los balazos y, como estaba al aire libre, volví a entrar.

Estábamos en un espacio cerrado que rápidamente se llenó de gas. Tanto arriba como abajo en el patio había compañeros de la cooperativa que se ahogaban, por lo que empezamos a repartir los pocos limones que teníamos. Sal, vinagre y cuanta alternativa íbamos encontrando. Ví como un compañero de apenas dieciocho o diecinueve años cayó desmayado porque no podía respirar. Me acerqué corriendo y le dí el último limón que me quedaba. Se comenzó a recuperar, pero quedó tirado en el piso.

Cuando vimos que ya estaba toda la Cooperativa tomada, decidimos, con todos los que estábamos ahí, salir con las manos en alto. Nos hicieron tirarnos al piso hasta que lleguen los camiones. Nos sacaron a la calle y nos hicieron arrodillarnos con las manos en el cuello. No permitieron que los miremos a la cara y después nos subieron bruscamente a los camiones. Nos dividieron en hombres y mujeres. A Anto y a mí nos sacaron nuestras pertenencias y quedamos incomunicadas minutos después de haber podido avisar en el grupo de la revista la situación. A Emi lo llevaron a otro lugar con el resto de los varones que habían sido detenidos. Tomaron nuestros datos personales y registraron nuestras pertenencias.

Fuimos trasladadas de la Comisaría 5ta de Wilde al Comando de Patrulla Avellaneda. A Anto y a mí, en un momento, nos llamaron y nos separon del grupo de mujeres de la Cooperativa, al parecer identificándonos como prensa. Luego, nos volvimos a juntar. Después de cinco horas nos liberaron a todas.

En la puerta se había hecho presente mucha gente que vino a acompañar y hacer el aguante. Se acercaron dirigentes y referentes, tales como Juan Grabois, que dejó bien en claro en dónde poner el ojo: no puede ser gratis esta situación para el gobierno provincial, ni para el Ministerio de Seguridad ni la Justicia Provincial, claros responsables políticos de la represión del desalojo y la detención arbitraria de 124 personas.

Comunicar no es delito

Como comunicadores populares nos tomamos seriamente la tarea de visibilizar a los protagonistas de las resistencias sociales y posicionarnos en la lucha de significaciones y la democratización de la palabra. Es medular para nosotros recuperar las voces e intentar aportar desde los simbolico -y desde el cuerpo- a la construcción de nuevos discursos que disputen poder. Por eso es tan importante que los hechos de ayer no sean tomados a la ligera, y entender de manera estructural por qué es tan grave la detención de cuatro periodistas que estabamos cubriendo un desalojo.

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