Por Leonardo Marcote | Ilustraciones: Lita Ce

El 5 de noviembre de 1975 muere en la clandestinidad Agustín Tosco “El Gringo”, dirigente del gremio de Luz y Fuerza y emblema del sindicalismo combativo.

Desde octubre de 1974 era perseguido por La Triple A luego de que su sindicato fue intervenido. Gracias a la ayuda de sus compañeros estuvo a salvo durante un año pero, una meningitis que no pudo ser tratada con urgencia, puso fin a su vida.

“Yo no me planteo cómo tendré que morir, creo que mi fin será consecuente con mi lucha, no sé en qué circunstancias. Lo importante es morir con los ideales de uno”.

Nació el 22 de mayo de 1930 en Coronel Moldes, Córdoba. Vivía junto a sus padres en una casa con piso de tierra. Apasionado por la lectura se había construido con unas maderas y un par de cajones una biblioteca para guardar sus libros.

A los 19 años comenzó a trabajar en la empresa provincial de energía eléctrica. Representó a sus compañeros, primero como delegado y luego como Secretario General de la filial cordobesa de Luz Y Fuerza.

“Nosotros conceptuamos al movimiento obrero como una práctica eminentemente democrática, como una democracia que surge de las bases. Sostenemos que todo compañero que es representante de una organización obrera debe mirar más hacia las bases que hacia la cúspide. Más hacia el contenido de lo que reclaman los trabajadores, los sectores populares, que a las formalidades”.

Por su rol protagónico en el Cordobazo y el Viborazo, la dictadura lo encarceló, primero en Devoto y después, en Rawson.  Para Tosco el sindicalismo era una vía para asegurar el poder popular.

Luego de su liberación denunció los asesinatos del penal de Rawson- lo que se conoció como “La masacre de Trelew”-, donde fueron fusilados 16 militantes políticos que habían intentado fugarse.

“Vengo de una cárcel que ha sido rebautizada por los prisioneros políticos y sociales a la cual denominamos Campo de Concentración 22 de Agosto. Y tengo la obligación de trabajador de repudiar un hecho que costó la vida de compañeras y compañeros que compartían la prisión, que nos conocíamos, que hablábamos de los comunes ideales. La dictadura que impera en nuestra patria aprobó legalmente la pena de muerte”.

El 5 de noviembre de 1975 llegó a los oídos de los trabajadores la noticia menos esperada. Tosco había muerto en la clandestinidad, resistiendo al fascismo de la Triple A.

Miles de personas se acercaron a Córdoba para despedirlo. En el tramo final del cortejo, una de las manifestaciones de dolor colectivo más grande que se recuerden en esa provincia, las fuerzas de seguridad dispararon contra la multitud.

Agustín Tosco murió a los 45 años, sin haber traicionado sus ideales, como él había querido.