Por Federico Di Pasquale, filósofo plebeyo
Estamos transitando en la actualidad, en nuestro país, un contexto de avance de la subjetividad neoliberal, de estrechamiento y precarización de los vínculos sociales. Desde el punto de vista de la lógica del poder la situación de los trabajadores no aparece como oposición colectiva al poder dominante. La coyuntura actual se caracteriza por una radicalización de las posturas neoliberales. Hay que tener cierta reserva al analizar el gobierno de Milei, porque no solamente defiende la retirada del Estado y su desmantelamiento en favor de los sectores concentrados del mercado. El neoliberalismo es también productivo, activo; produce reglas institucionales, jurídicas y normativas, que crean una nueva forma de racionalidad dominante. La racionalidad neoliberal permea hoy todo el tejido institucional. Hay un carácter “constructivo” del neoliberalismo y no sólo su faz destructiva, o insistiendo en el orden que se pretende hacer surgir a partir de sus destrucciones, se puede mostrar que las técnicas de gobernanza propias del neoliberalismo tienen como propósito, producir o fabricar, un nuevo tipo de subjetividad. El fin último del neoliberalismo es la producción de un sujeto nuevo, un sujeto íntegramente homogeneizado a una lógica empresarial, competitiva y comunicacional, excedida todo el tiempo por su performance. Sin la distancia simbólica que permita la elaboración política de un lugar en los dispositivos que adiestran el cuerpo y la subjetividad. Como alguien que se dedica al pensamiento filosófico para pensar lo nuestro, puedo decir que Michel Foucault ha escrito mucho sobre esto. En nuestro país J. Alemán ha escrito también desde un costado psicoanalítico. Digo, como para linkear al lector hacia la profundización de la problemática que nos compete.
Pero, ¿se puede producir enteramente al sujeto? ¿Tienen los dispositivos el poder, la fuerza material para secuestrar al sujeto y volverlo un “neosujeto” emprendedor de sí? He aquí uno de los grandes debates contemporáneos: el sujeto ¿es meramente una producción histórica efectuada por los dispositivos del poder y el saber, cómo piensan los foucaultianos? O, como han pensado Freud, Heidegger o Lacan, ¿hay ciertos elementos en la propia constitución estructural del sujeto, que ningún orden político-histórico puede integrar al menos en forma total y definitiva? La posible lucha contra el neoliberalismo depende de esta cuestión: ¿qué hay en el advenimiento del sujeto en su condición moral, sexuada y mortal que no pueda ser atrapado por los dispositivos de producción de subjetividades específicos del neoliberalismo? ¿Hay algo que pueda sustraerse a la lógica neoliberal o estamos matrizados por relaciones de poder y ya perdidos?
La subjetividad neoliberal tiene sus características. El neoliberalismo es un nuevo orden racional que borra la distancia entre lo público y lo privado y se va colando en la propia vida del sujeto. Un nuevo capitalismo al que no puede limitarse porque no tiene exterior, es ilimitado, abarca todos los lazos sociales. El neoliberalismo construye un imaginario sin oposición, con los coachs ontológicos y un pastiche de terapias para el alma que solo buscan la auto valoración de un ser que ya no se percibe vendiendo su propia fuerza de trabajo, sino como una empresa en sí mismo. Una lógica del rendimiento en donde el capital financiero es sujeto y el sujeto capital financiero. Pensemos que el ex Ministerio de Desarrollo Social se llama “capital humano”. Uno se relaciona consigo mismo con espíritu empresarial. Y el gobierno nacional (y varios de provincias también, soy de Santa Fe y Pullaro tira para ahí) tienden hacia allí. No hay placer, el cual tiene límites y es regulado, sino que hay goce, que implica lo ilimitado, lo compulsivo, lo adictivo y represivo. La vida se vuelve una empresa ilimitada de maximización del valor.
La pregunta es si tiene algún sentido la esperanza, una manera de dejar de pensar que el sujeto es sólo producto del poder, si la razón encuentra, sin embargo, maneras de sustraerse a aquello constitutivo. Es un problema político porque las experiencias de contrahegemonía constituyen alternativas o no. Si no hay resto, algo que escapa, nada tiene sentido de ser hecho por parte de las organizaciones, porque desde una mirada nietzscheana (retomada por Foucault) hay voluntad de poder y nada más. No habría nada fuera del poder. Entonces, las organizaciones estaríamos encerradas en el sistema sin poder producir lo otro; no habría nada por fuera.
No queremos un análisis conservador que reordene el funcionamiento del sistema. Las relaciones de fuerza cambian. La lucha consiste en resistir y organizarse articuladamente como estrategia para generar una correlación de fuerzas que invierta la lógica del poder dominante y ponga a los sectores populares en un lugar de toma de decisiones sobre las políticas públicas. Pero hay que tener ciertos puntos más o menos claros para poder empezar al menos a pensar en hacer algo, esto es, hacer una análisis de la coyuntura.
Podemos significar como “ACONTECIMIENTO”, la elección de un presidente que proviene de un campo diferente al de la política, con un trayectoria mediática y vinculada al sector empresarial privado, quien al asumir, comienza a implementar políticas públicas de signo neoliberal que modifican el vínculo del Estado y la Sociedad establecido hasta el momento.
Los “ESCENARIOS ACTUALES” estarían vinculados a los efectos de la implementación de ese nuevo rol del Estado y a los espacios de lucha que se generan en diferentes escenarios como forma de respuesta a la política propuesta e implementada por el presidente.
Podemos pensar los “ACTORES”: actores colectivos físicos y jurídicos y en ese escenario nos pensamos a nosotros, en ese sentido toman relevancia los gremios, organizaciones y movimientos sociales que nos representan.
RELACIÓN DE FUERZAS: partimos de considerarnos en desventaja frente al avance del neoliberalismo, ya que incluso los gremios y las organizaciones de gran aparato terminan aceptando lo que el poder ejecutivo propone. Se encuentran contra una pared sin capacidad de acción ante un gobierno que descuenta los días de paro, precariza o deja cesantes trabajadores, o realizan despidos masivos, reprime, judicializa luchas, etc.
Sin embargo, consideramos que la “táctica” es resistir, encontrándose y organizándose; articulando luchas dispersas. La “estrategia” es generar una correlación de fuerzas que, como dijimos, invierta la lógica del poder dominante y ponga a los sectores populares en un lugar de toma de decisiones sobre las políticas públicas. La frase según la cual, lo último que se pierde es la esperanza, necesita ser reactualizada, porque si bien sostenemos que hay algo que siempre escapa a la lógica neoliberal, un resto del orden de lo humano que no nos puede robar el sistema, tampoco se trata de esperar pasivamente un paraíso futuro o que Dios nos ayude. Hay que organizarse y actuar. Arrancarles nuestra parte de paraíso con el cuerpo pero con la cabeza, sin inmolarse. Como venimos haciendo los del sector de precariados, descartados y excluidos con la ayuda de San Cayetano. El Santo, sin lucha, no escucha.