Por Mariana Di Mauro
Otro Ni Una Menos nos convoca nuevamente a las calles para resistir por nuestras vidas y nuestros derechos. La cita, como todos los años, será este lunes 3 de junio con una concentración principal frente al Congreso en el centro de la Ciudad de Buenos Aires y que se replicará en las ciudades más importantes de todo el país.
Este 3J llega en medio de una gran crisis económica y social que traerá consecuencias para el pueblo argentino que serán difíciles de revertir. ¿Cómo se enmarca el Ni Una Menos en este contexto y cuál es su importancia?
Suele relacionarse al Ni Una Menos únicamente con los femicidios. Sin embargo, esa consigna esconde una realidad social, política y económica que es la que permite que se den las condiciones para que las mujeres y disidencias sean constantemente vulneradas hasta el punto, muchas veces, de ser asesinadas.
Desde que inició el año hasta el 30 de abril se registraron 78 femicidios, cuyo autor en el 68% de los casos fue la pareja o ex pareja de la víctima, según el observatorio Ahora Que Sí Nos Ven. A este número hay que sumarle el triple lesbicidio ocurrido el pasado 5 de mayo en el barrio porteño de Barracas, que se cobró la vida de Pamela, Mercedes y Andrea. Ellas junto a Sofía, única sobreviviente, fueron atacadas por un vecino que les arrojó un explosivo casero provocando un incendio en la precaria habitación del hotel donde vivían.
Estas estadísticas son el reflejo de una estructura patriarcal que genera las condiciones para que las mujeres y disidencias vivan en riesgo. Dependencia económica, embarazos no deseados, falta de oportunidades laborales, condiciones de trabajo sumamente precarias, entre muchas otras, son causas y consecuencias de que las mujeres vivan en permanente vulnerabilidad, por ejemplo teniendo que vivir con su agresor, sin acceso a la educación, a la justicia o la salud.
El reclamo “Ni Una Menos” no es solamente porque vivas nos queremos, es también porque nos queremos con trabajo, jubilación, salarios justos y condiciones de vida dignas. La desidia a la que nos sometieron durante décadas fue tanta que nos hicieron llegar a pedir por algo tan elemental como vivir. Pero no sólo merecemos que no nos maten por ser mujeres, lesbianas, travestis o trans, también merecemos todos los derechos que nos fueron sistemáticamente negados.
Hoy estamos ante un gobierno que no hace más que vulnerar cada vez más esos derechos porque además de ser abiertamente opositor al feminismo es promotor de violencias e individualismo extremo. “Va a llegar un momento donde la gente se va a morir de hambre, por lo cual va a decidir de alguna manera para no morirse. No necesito intervenir. Alguien lo va a resolver”, dijo el presidente Javier Milei unos días atrás con un 55% de pobreza en las espaldas (estimaciones del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina). Con estas “reglas” de juego que buscan imponer se está empujando a la sociedad a un todos contra todos, a un sálvese quien pueda.
Ahí es donde el feminismo ocupa un lugar fundamental en la resistencia porque las mujeres y disidencias son las primeras víctimas de la violencia en los hogares, en la calle, en el trabajo cuando la situación se vuelve crítica; pero también porque son las primeras en la línea de batalla contra el hambre y el ajuste. Violencia e individualismo son dos fenómenos sociales que el feminismo popular combate todos los días en los barrios, en las escuelas, en los trabajos, en los hogares, contraponiendo organización, cuidado, solidaridad, respeto y empatía.
Por todo esto, este 3 de junio, este Ni Una Menos cobra vital importancia en la lucha contra el patriarcado y contra la pobreza y el ajuste. Porque pedir porque dejen de matarnos es pedir también por mejores condiciones de vida para todos y todas, es frenar las políticas de hambre y exclusión.