Por Leonardo Marcote
Ilustraciones Lita. Ce
En tiempos oscuros de la historia argentina, hubo luchadoras sociales que tuvieron la claridad y la fortaleza necesaria para organizar, resistir y avanzar.
Azucena Villaflor de Devicenti tenía claro que las acciones para buscar a los desaparecidos por la dictadura militar entre 1976 y 1983, debían ser de manera colectiva.
Las madres y familiares de los detenidos-desaparecidos deambulaban solo/as por ministerios, iglesias y comisarías con la esperanza de obtener información sobre el destino de sus hijos. Siempre les daban las mismas respuestas: no sabemos nada. Hasta ese momento, principios de 1977, 15.000 mil personas habían sido detenidas-desaparecidas.
Hubo un punto de inflexión en esa lucha en soledad. Azucena decidió organizar al grupo de Madres porque estaba convencida de que lograrian más resultados accionando colectivamente que yendo solas, como lo venían haciendo. De ese modo también, estarían más acompañadas.
“Tenemos que ser miles para entrar a la casa de gobierno”, les dijo Azucena para alentar a sus compañeras. Tenía razón, con el correr de los meses fueron muchas más. La dictadura había secuestrado a Néstor, uno de los hijos de Azucena. Con él también se llevaron a su novia, Raquel Mangin.
“Una líder natural, una compañera de base, orgullosa de su clase, muy peronista, amante de Evita Perón. En los 10 meses que estuvo nos enseñó todo lo que ella sabia”, así definió Hebe a Azucena.
El 10 de diciembre de 1977, una patota de la ESMA la secuestro en plena calle Mitre, en la localidad de Avellaneda. Su militancia marco el camino de lo que sería uno de los movimientos más importantes del mundo y el de mayor resistencia, frente a la dictadura.