|Por David Pike Lizárraga
Pensar esta histórica fecha, setenta y siete años después, tiene diferentes necesidades. Su vigencia, su ocaso y un nuevo 17 de octubre son las claves para pensar desde el presente, sabiendo que la historia no se repite, este hito del movimiento obrero argentino.
Vigencia
Pensar su vigencia, cuando se hace imperioso aferrarse a las conquistas obreras en materia de derechos laborales ante la actual amenaza de una derecha que parece aproximarse al poder y que tiene entre su programa las reformas regresivas de las mismas.
Aquella jornada de 1945, en la que las masas obreras suburbanas irrumpieron en el centro porteño para reclamar la liberación de Perón, llevaban consigo el reclamo de la defensa de los derechos conquistados. Las reformas que introdujo Perón, desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, habían formado parte de las reivindicaciones y orientaron la lucha de la precedente década y media de aquella jornada.
Tempranamente en 1930, la base de estas reformas formaba parte del programa mínimo que se planteó la por entonces naciente CGT. El movimiento de trabajadores las reconocía como sus conquistas producto de su experiencia y así salió a defenderlas, ante la amenaza que significaba la detención de quien las había sancionado y al cual reconocía como su nuevo líder.
Ocaso
Pensar su ocaso también es necesario, aunque resulte antipático. En términos cuantitativos las conquistas defendidas aquel 17 de octubre se van apagando. Pensar que sólo un tercio de la clase trabajadora aproximadamente goza de estos derechos es un dato abrumador de la realidad. Aquello en lo que no pudo avanzar políticamente el capital, lo termina desarrollando el sistema por su propia dinámica.
La atomización de la clase trabajadora jerarquiza a quienes trabajan bajo convenio colectivo, los separa del resto de su clase y en el presente les permite, en medio del ajuste del gobierno bajo los lineamientos del FMI, perder menos capacidad de compra de sus salarios que el resto de los trabajadores. Aquellos que están en negro, precarizados o que trabajan por cuenta propia en la economía popular, ven drásticamente pauperizados sus ingresos.
Un nuevo 17 de octubre
Pensar la necesidad de un nuevo 17 de octubre hace significativa la fecha. El capitalismo en su fase neoliberal ha producido la concentración económica a nivel mundial, y la desindustrialización y reprimarización de nuestra economía en particular. Las consecuencias para la clase trabajadora han sido una alta cantidad de personas expulsadas del mercado de trabajo.
Se calcula que un tercio de la clase trabajadora realiza actividades ligadas a la economía popular. El Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (ReNaTEP) que se inició hace dos años atrás, ya lleva inscriptos más de 3 millones de personas y se estima que podría alcanzar varios millones más.
El sujeto de aquel 17 de octubre del ‘45 fue una clase trabajadora que tuvo una nueva composición a partir de la década del ‘30, producto de los cambios en la estructura económica del país con el proceso de sustitución de importaciones, que crecerá cuantitativamente e irá conformando una nueva identidad. Este tenderá a ocupar un lugar de gran importancia en la economía argentina que no se le será reconocido en términos sociales y políticos hasta la llegada del peronismo (ver aqui).
De la misma manera sucede en la actualidad, una nueva composición de la clase trabajadora producto de los cambios en la estructura económica a la cual se la invisibiliza y que pelea por su reconocimiento en materia de derechos.