|Por Calista Mora
A 70 años de su muerte, nos propusimos hacer un comentario sobre “la autobiografía” de Eva Perón, La razón de mi vida, con el afán de encontrar ecos de la voz y de la vida de aquella mujer de gran peso histórico, quien entregó sus palabras y su vida al proyecto de una Argentina más justa para lxs trabajadorxs. Contrario a lo que el/la lector/a esperaría del género biografía, el texto no despliega imágenes o confesiones con muchos datos específicos, anécdotas íntimas o familiares. No, a lo largo del texto y en cada uno de sus apartados, lo que se vislumbra es el programa político y social del primer Justicialismo, al cual Eva brinda no sólo su voz, sino también su cuerpo, su actuación, su vida.
Por lo tanto, nos proponemos hacer un mapping a través de algunas de las narraciones provenientes de sus círculos cercanos. En ellas, pretendemos encontrarnos con los ecos de sus discursos y de su memorias en palabras de lxs otrxs. Es decir, pensamos en lo que nos permite reconstruir la historia narrativa alrededor del mito de Eva Duarte de Perón: madre, hija, actriz y por sobre todo mujer de su pueblo.
Lectura controversial
La razón de mi vida, libro que fue de lectura obligatoria en las escuelas por allá en el año 52’, no fue escrito por Evita sino por Manuel Penella de Silva, escritor español, autor de biografías por encargo de personajes relevantes a la política internacional de la época. La redacción inicial (leída y aprobada por Evita antes de fallecer) fue corregida y alterada por distintos funcionarios del gobierno de Perón, entre ellos Raúl Mendé, ministro de Asuntos Técnicos durante su segundo gobierno.
Estas modificaciones son muy marcadas, en el Prólogo ya hay una serie de metáforas en las que se reitera la imagen, por la cual Eva se presenta a sí misma como “sólo un gorrión” a la sombra de el general, “el cóndor gigante que vuela alto y seguro entre las cumbres y cerca de Dios”. Es cierto que en sus discursos siempre expresó su amor, y admiración profunda a J.D. Perón, pero hay en este libro demasiados gestos que pueden resultar, a la lectura actual, muy paródicos por reducir “su razón de vivir” únicamente a la existencia del General, al punto de omitir muchísimos aspectos de su propia sensibilidad y su propia interpretación sobre el fenómeno político del cual hacía parte.
Las sospechas iniciales de que aquel escrito “autobiográfico” no sólo no salió de la autoría de Evita, sino que además fue intervenido por otros correctores son confirmadas por Manuel Penella, hijo de aquel que en su momento fue el encargado de escribir sobre la vida y obra de la protectora del pueblo. Manuel Penella Heller (hijo) realizó todo un trabajo de cotejo y reconstrucción de los manuscritos originales en un libro que publicó en 2019 y que presentó en un artículo escrito por él en el diario Perfil:
“Lo que empezó con ilusión en 1947 había acabado de manera desastrosa. Y esto me lleva a otro motivo por el cual he tomado la decisión de editar ‘Evita y yo’: si todo libro es una aventura, La razón de mi vida lo fue en grado superlativo”.
Esto lleva al hijo del escritor a afirmar que el manuscrito original fue abusivamente tergiversado. Es así que a partir de las crónicas de su padre, escritas mientras este observaba y acompañaba a Eva de Perón en sus labores diarias, decide publicar Evita y yo. La verdadera historia del libro de Eva Perón. Allí, lleva a cabo una operación comparativa entre estos escritos originales encontrados en el archivo de su padre y lo que resultó ser la distorsionada autobiografía oficial de Eva.
La niñez junto a su hermana Erminda
Resulta necesario, entonces, otro relato que se configura desde la mirada retrospectiva que Erminda, su hermana, recrea en Mi hermana Evita, obra publicada en 1972. Allí se inscriben las anécdotas de las hermanas Duarte en el Junín de sus infancias. Resalta, en el prólogo y en el resto del libro, la importancia que tuvo su madre como modelo de tenacidad y lucha, de infatigable trabajo por el porvenir de sus hijxs. Una madre trabajadora que, al igual que Eva hija, no tomaba un descanso, ni siquiera enferma, para seguir en sus labores como costurera.
Llevaría Evita en el corazón estos recuerdos del esmero de su mamá que con la ayuda de esa máquina de coser, supo ser el soporte económico de la familia Duarte. Memorias de la infancia que, afirma Erminda, sirvieron de inspiración para lo que fue después, una campaña nacional en la cual se dotó con máquinas de coser a otras madres que como la suya luchaban por sostener, sin más ayudas u otros soportes que la propia fuerza de trabajo, a sus hijxs.
Otro aspecto que resulta interesante en el relato de Erminda Duarte es la reconstrucción de los juegos de niñez entre las hermanas. Un día, en sus aventuras de infancia, a esa Evita nena se le ocurrió bailar frente a una mujer de movilidad reducida a la que veían todas las tardes en el pueblo:
“Pensaste un día que había que alegrarla, hacerle olvidar que estaba clavada en su silla (…) empezabas a bailar, a dar saltos a hacer piruetas y a cantar, y también hacías muecas payasescas -que ya tenías la experiencia de nuestro circo- y reías y hacías piruetas hasta componer un delicioso espectáculo entre circense y teatral en una sucesión interminable de escenas que daban a aquella humilde casa el aspecto de un gran escenario”. Fragmento de “Mi hermana Evita”.
La forma en la que se despliegan las anécdotas íntimas y originarias de quien descubre el mundo a través de sus vecinxs, de las casitas hechas por la imaginación de aquellxs niñxs en los bosques de Álamos de la provincia, se mezclan con las imágenes de Eva recibiendo a sus descamisadxs en “La Secretaría”. Trabajando arduamente por atender las necesidades de su pueblo, con el deseo de llevar alivio a aquellxs que eran razón y arquitectura del gran proyecto político del cual fue tanto portavoz como artífice.
“La razón de mi vida”
Volviendo al comentario inicial de esta nota, aquella polémica autobiografía/ biografía deja una sensación de ser escritura programática para la nación de lxs trabajadores futurxs. El libro se divide en tres partes: 1. Las causas de mi misión, 2. Los obreros y mi misión, 3. Las mujeres y mi misión.
La voz narrativa que se construye de Eva está en primera persona y recurre a sus memorias para dar inicio a la narración: “Yo misma quiero explicarme aquí”. La necesidad que se expresa en la primera parte del libro es la de dejar en claro que las razones por las cuales hace del peronismo su vida y obra son resultado de sus sentimientos, y la razón más potente es la causa que sólo conmueve a “los hombres grandes”, como el general Perón, y no a “los hombres comunes”. Causa a la que se entrega sólo a partir del ejemplo de su mentor, J.D. Perón, ese sentimiento que determina la razón de su vida: la indignación frente a la injusticia social.
En la segunda parte del libro, esta voz sale del tono “humilde” y avanza hacía un tono combativo y de reclamo; aparecen allí apartados en los que denuncia “el gran defecto de aquellos dirigentes sindicalistas que no midieron bien la realidad argentina” intencionadamente o no, por lo cual les pronostica sólo el olvido del pueblo.
Lectura en clave feminista
En la tercera y última división del libro, se expone con detalle la postura sobre el rol de la mujer en el programa político de la Argentina. Se despliegan en el curso de este capítulo final una serie de reflexiones sobre cómo debe ser el feminismo para la sociedad local, pero sobre todo para las mujeres peronistas.
Esta voz híbrida de Eva como dirigente feminista oscila entre lo que debe ser el feminismo, como programa de trabajo para las mujeres que hacen un trabajo tanto dentro del hogar como en el territorio de la nación sin abandonar sus casas, es decir, sin excluir a sus familias de su hacer feminista. Y la crítica indirecta a otras posturas de las intelectuales feministas de la época (como la de la escritora Victoria Ocampo), a quienes acusa de “estar dominadas por el despecho de no haber nacido hombres, más que por el orgullo de ser mujeres” . Aparecen este y otros señalamientos a un feminismo de corte intelectual en un tono marcadamente sarcástico, por el cual nos preguntamos qué tanto hay de la propia voz de Eva o de los correctores de su autobiografía en este capítulo.
Esta voz en “clave feminista y peronista” sólo puede ser posible dentro del programa político, económico y social para el cual el voto femenino fue fundamental al incluir a la mujer dentro del proyecto nacional como par, compañera indisoluble en la lucha por la conquista de los derechos universales. Primer paso necesario para una serie de reivindicaciones sociales que consideraba necesarias para garantizar la inclusión real de la mujer dentro del proyecto de una nación con justicia social:
“Un sueldo que pague a las madres de toda la nación y que provenga de los ingresos de todos los que trabajan en el país (…) Aquella asignación podría ser inicialmente la mitad del salario medio nacional y así la mujer ama de casa, señora del hogar, tendría un ingreso propio ajeno a la voluntad del hombre”. Fragmento de “La razón de mi vida”.
Las demandas reales de las mujeres que conformaban al pueblo expresaban otras necesidades más urgentes que las que se reclamaban en otros sectores. Por ejemplo, poder acceder a un salario básico que sacara a la mujer del “trabajo forzado y gratuito” en su casa, y la participación en los nuevos centros políticos que se habían conformado para ese feminismo cuya dirección le ha sido asignada, llamados “unidades básicas”.
Esta última parte del libro finaliza como comienza, con unas extrañas y polémicas palabras que invitan a la mujer a participar de la acción que no responde a su propia y “egoísta felicidad”, como les sucede a “los hombres comunes”, sino a participar de aquella felicidad de lxs otrxs, que es infinitamente más grande.
Es así que, progresivamente, esta voz narrativa que desdeña el azar y que invita a sus lectores a apropiarse de su destino, expresa después una eterna admiración y gratitud por ese pueblo que se cansó de la injusticia y que decide tomar las riendas del destino colectivo.
Eva Duarte de Perón fue la carne que incubó al pueblo trabajador argentino como algo más que una categoría heredada de las burguesías ilustradas europeas. Le dio vida política al pueblo trabajador. Le dio cuerpo. No porque el pueblo no tuviera lo propio, sino porque no tenía preeminencia en el lugar dirigencial; era un pueblo inorgánico, exógeno para sí mismo, habitante de un lenguaje que no compartía ni sus pasiones, ni sus tradiciones, pero que tendía a negar su heterogeneidad, su naturaleza mixta, su impureza.
Y el Pueblo le dio a ella su representatividad. Es que Eva, distinta de un dirigente de carrera o de un profesional ilustrado, construyó su relación con el pueblo en forma directa e íntima. Es que todo en Eva es Pueblo. Su natalidad. Su migración. Su ser-mujer. Eva pone su cuerpo para representar al Pueblo en el Estado. El pueblo le da su poder a Eva para ser representado. Pero Eva siempre es pueblo, nunca es un valor ilustrado y universal. Eva nunca vale para todos los pueblos del mundo. Solamente para aquellxs que requieren de la vida y de la sangre de la carne, es decir de la pasión, para sentirse contenidxs.
Eva no representa los avances de las ciencias políticas o morales. Ella es al Pueblo lo que el Pueblo a Eva. La carne del pueblo y el cuerpo de Eva se copertenecen recíprocamente. Son uno y lo mismo. Eva es el factor humano en la conducción del general Perón, que representa la técnica de la guerra -la estrategia- para una finalidad específica: la Justicia Social.
El Pueblo es la única fuente de poder posible para la revolución que representa la redistribución de la riqueza. El Pueblo delega su poder en sus dirigentes, Eva (cuerpo), Perón (conducción), para acceder a nuevas condiciones materiales de vida. Donde hay una necesidad no hay una réplica intelectual; hasta entonces, en aquel balcón de “La Secretaría” jamás se habían oído grandes argumentaciones. Eva Duarte es Puro Acto. Donde hay una injusticia está Eva en persona, atendiendo con su sentir del pueblo, una necesidad, una desigualdad, una injusticia.