|Por Mariana Di Mauro
Violan entre 6 a una piba en Palermo a la una del mediodía. ¿Qué hacemos? ¿Pedimos que vayan todos presos? ¿Que los escrachen y salgan sus caras y nombres en todos lados? ¿Qué los vayan a buscar a sus casa? Sí, porque estamos hartas, con miedo, y porque no podemos seguir esperando y saliendo a la calle sin saber si vamos a volver sanas a nuestras casas.
Pero ese enojo y terror colectivo lo convertimos en resistencia y lucha. Por eso también pedimos justicia y una reforma judicial feminista; que se implemente de manera efectiva la Educación Sexual Integral en todo el territorio y la Ley Micaela en todo el ámbito público; así como que se promuevan campañas y programas de concientización para que los hombres reflexionen sobre los comportamientos machistas y abusivos que reproducen, y para que las víctimas tengan las herramientas necesarias para denunciar y defenderse sin volver a ser violentadas. Todo eso vamos a seguir pidiendo.
Nos abusan y torturan a plena luz del día, en la vía pública, con total impunidad. Ante este escenario, cabe preguntarse, ¿Por qué 6 chabones van a pensar en abusar sexualmente a una piba y hacerlo? Es curioso que los hombres no se hagan estas preguntas. La reacción inmediata es diferenciarse, alejarse de ese tipo de acciones e intenciones, porque a muchos no se les ocurre ni la posibilidad de comportarse de esa manera. Pero nosotras estamos cansadas de escuchar historias de amigas, compañeras o conocidas que fueron abusadas. Entonces, si ninguno es abusador, ¿quién las violó?
Por otro lado, el sentido común los define como “enfermos“, “animales“, “monstruos“, con comportamientos “en manada“, y toda una serie de nociones asociadas a patologías o a actitudes irracionales o instintivas. Y es ahí donde se activa un mecanismo de desconocimiento y negación que deviene en indiferencia y, de nuevo, en la inacción, falta de respuestas y responsabilidades. Nadie se hace cargo. Los violadores pasan a ser un grupo ajeno a la sociedad, como si tuvieran una marca, un rasgo o una enfermedad que permite identificarlos y que justifica separarlos. Spoiler alert: no existe tal rasgo ni tal patología que “los hace violar“, no son casos aislados.
Es que abordar el problema, reconocer que son la sociedad y la cultura, entrelazadas con la justicia y el resto de las instituciones, las que promueven y amparan este tipo de actitudes; asumir que probablemente la mayoría de los hombres haya tenido o sido testigo de actitudes abusivas y violentas hacia mujeres o disidencias; aceptar que se sigue educando desde el machismo, con estereotipos discriminadores que colocan a la mujer en el lugar de objetos, implica tener que hacer algo al respecto.
Por eso, mientras se sigan desoyendo las demandas del feminismo por “no ser prioridad” o por “no ser el momento adecuado”, mientras el pacto de caballeros siga intacto y mientras se mantenga el discurso de que son locos sueltos y que una violación es una cuestión de “mala suerte”, no va a haber posibilidad de cambio. Y a nosotras nos van a seguir violando.