La Conferencia de las Naciones Unidas por el Cambio Climático (COP 26) se realiza desde 1995. La conferencia tiene dos semanas de duración y es una instancia diplomática mundial para llegar a acuerdos y debatir sobre cuestiones ambientales. Reúnen a aquellos que hayan firmado la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que es un tratado medioambiental.

El año pasado, dada la urgencia sanitaria no se pudo concretar. Este año, comenzó el 1 de noviembre en Glasgow, Reino Unido, y había mucha expectativa puesta en el evento, ya que no sólo la pandemia ha marcado otro orden de prioridades, sino que esta edición es clave para pensar el futuro de nuestro planeta.

¿Por qué la COP 26 es clave? Porque se considera sucesora de la COP21, donde se firmó el famoso Acuerdo de París en el 2015. Este año se abordó qué se ha logrado y que no se ha logrado desde el 2015, y a su vez qué pactos hay que materializar para alcanzar los objetivos propuestos. A su vez, este es el primer año que participa EE.UU desde que abandonó el Acuerdo y se volvió a reincorporar.

Las determinaciones de la COP26 no son menores, menos desde una visión Latinoamericana. Uno de los grandes problemas a tratar en la cumbre es el financiamiento por parte de países desarrollados a países en vías de desarrollo para que puedan reducir sus emisiones y adaptarse a la realidad del cambio climático. Si bien se supone que los objetivos principales son reducir a 0 las emisiones para el 2050 y fuertes adaptaciones de todas las naciones al cambio climático: ¿Quién va a pagar la cuenta de la tierra?

No solo se trata sobre los acuerdos económicos que se puedan anunciar en el marco de la cumbre, teniendo en cuenta que los países más ricos han sido los responsables históricos del cambio climático y por lo tanto los deudores. Sino que no hay que desviarse la cruda realidad de que el resto de naciones ‘en vías de desarrollo’ son las más vulnerables, en función a tener que pagar los costos, estar ahogadas con presiones de organismos internacionales, y ser las más golpeadas por desastres naturales.

Con el pasar de los días empezada la conferencia comenzaron las polémicas, puesto que en esta coyuntura, donde es importante poner el foco en una recuperación ecológica, nadie quiere dar el brazo a torcer. Desde el vamos, se criticó la diversidad en los oradores y expositores, la hipocresía y distancia de los y las mandatarias que asistieron, y la falta de soluciones reales propuestas.

Se realizaron muchas manifestaciones a lo largo y ancho del mundo en los últimos días. Una de ellas hizo eco en Buenos Aires, y con la consigna ‘al BLA BLA BLA de la COP26 le respondemos en la calle’ (en relación a las palabras pronunciadas por la joven activista Greta Thumberg en la conferencia) marcharon en el centro porteño. La convocatoria fue por parte de la Coordinadora Basta de Falsas Soluciones y fue el pasado martes 9 de noviembre.

Las demandas de la marcha fueron en función a exigir políticas para la emergencia socioambiental, pronunciarse en contra de la Ley de agronegocios y la de Hidrocarburos, también manifestarse en apoyo al Pueblo Mapuche y exigiendo la prórroga de la ley 26.160 de emergencia de tierras indígenas. Además de sumarse al reclamo global desprendido del COP26.

Hoy concluye la cumbre y se espera la publicación de un documento final. No parece que las negociaciones hayan sido fructíferas más bien vacías,  y con muchos temas pendientes para cerrar en torno a la financiación. Ayer se publicó un borrador para motorizar que se avance a contrarreloj con compromisos concretos para luchar contra el cambio climático y sus efectos. Habrá que ver la letra chica de eso.