‌‌|Por David Pike Lizárraga

Son vagos, planeros y piqueteros”. Los grandes medios de comunicación y la derecha lograron desde hace años instalar en el imaginario social que los beneficiarios de los planes sociales reciben un subsidio sin realizar ningún trabajo. En las últimas semanas, con los masivos acampes de las organizaciones sociales opositoras al Gobierno, volvieron a alimentar esta farsa.‌‌

Los titulares de los planes sociales, unificados en el programa Potenciar Trabajo, deben realizar una “contraprestación con su participación en proyectos socio-productivos, socio-laborales y/o socio-comunitarios o a través de la terminalidad educativa”, define el Ministerio de Desarrollo Social en su web. Estos deben estar anotados en algunas de las distintas Unidades de Gestión que organizan las unidades productivas. “Tiene como objetivo contribuir a mejorar el empleo y generar nuevas propuestas productivas”, define al programa Potenciar Trabajo el sitio oficial.  ‌‌

Las actividades que desarrollan los titulares de los planes sociales, los cuales deberíamos llamar planes de trabajo, están circunscritas mayoritariamente a lo que se conoce como economía popular. Sin embargo, este universo de trabajo no se acota a los “planeros”, estos representan solamente una parte del total. Según cifras del Ministerio de Desarrollo Social, los titulares de Potenciar Trabajo son un millón doscientos mil personas, mientras que los inscriptos en el nuevo Registro de Trabajadores de Economía Popular (Renatep) ya alcanzaron la cifra de tres millones y se espera que se amplíe aún más. ‌‌‌‌

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La importancia de la economía popular se puede observar en 9 provincias argentinas, donde la cantidad de sus trabajadores superan a los registrados en el sector privado. Son las norteñas Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Formosa, Chaco, Misiones, Catamarca y La Rioja.‌‌

Entre las principales ocupaciones relevadas, se encuentran las que realizan las y los trabajadores de comedores populares (26%), de servicios de limpieza (11%), agricultores (7%), vendedores ambulantes (5%), albañiles (4%), entre otras. ‌‌

Siguiendo los datos del ReNaTEP, se puede ver cómo aquellos sectores que son excluidos del mercado formal de trabajo son los principales actores de la economía popular. ‌‌

Mientras que las mujeres representan solamente el 33% de la población trabajadora del mercado laboral asalariado privado (según el SIPA); en la economía popular representan el 57% del total. ‌‌

En tanto que las y los desocupados menores de 29 años alcanzan en las mujeres el 16% y en los varones el 13%, muy por encima del 7% del total de la población sin trabajo (según el último informe del INDEC); en la economía popular las y los jóvenes menores de 35 años representar el 64% de los registrados.‌‌‌‌

No se trata de embellecer ni legitimar la precarización, sino de reconocer a un sujeto invisibilizado como un paso previo en la adquisición de sus derechos laborales y la universalización de la complementación salarial.

La Batalla

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No se trata de embellecer ni legitimar la precarización, sino de reconocer a un sujeto invisibilizado como un paso previo en la adquisición de sus derechos laborales y la universalización de la complementación salarial. Para ello, es necesario desarmar la farsa de los planeros que no trabajan, como parte de la batalla cultural tan necesaria para cualquier proyecto colectivo de transformación.‌‌

Si bien no puede ser la excusa para ajustar cuantitativamente los planes de trabajo, el aumento del financiamiento estatal podría potenciar los emprendimientos productivos, generando más trabajo y mejores ingresos. En una economía precaria en la que hay mucho por hacer, un ministerio propio de la economía popular sería un avance en el reconocimiento del sector y sus necesidades inmediatas.

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