Por Federico Di Pasquale

Ilustra Lita.Ce

Se cumple otro aniversario del fallecimiento de Paulo Freire, hoy que nos encontramos en un contexto en donde los horizontes pedagógicos que alumbraban un futuro de liberación de los pueblos oprimidos parecen piezas de museo. 

Algunas organizaciones y movimientos hemos recuperado, a lo largo de los últimos años, su mirada pedagógica y su método de alfabetización para trabajar micropolíticamente en los barrios y/o con los campesinos sin tierra. 

Sin embargo, si no profundizamos en la cosmovisión que está detrás de las prácticas de alfabetización, corremos el riesgo de quedar en un impotente lugar testimonial, nostálgico y con nula o escasa efectividad política para el presente. 

Lejos de una ingenuidad que se aferra a los tiempos ya fenecidos, es imprescindible retomar sus enseñanzas para salir del atolladero en que nos encontramos, recuperar y recordar lo que significaba tener una perspectiva dialéctica.

Freire se oponía tanto a los fanáticos reaccionarios como a los fanáticos de la izquierda y para ello, se posiciona en la dialéctica. Quien se pare en una posición dialéctica no deberá ser confundido con alguien que cree en un fin predeterminado a cualquier precio o un paraíso futuro ya establecido. También niega lo inevitable de una mirada apocalíptica. Freire se opone a la dinámica de quienes creen en un futuro prescrito porque niegan la libertad y fuerzan el proceso, domestican el tiempo, se enceguecen frente a la dinámica cambiante de la realidad y no la ven: “La sectorización es un obstáculo para la emancipación de los hombres” (y mujeres y disidencias).

Entonces, no es solamente juntarnos en círculos ni trabajar con imágenes y palabras generadoras, sino pensarnos como sujetos en relación con el mundo: frente al individualismo, a la aceptación de lo dado, a la subjetividad fragmentada y post pandémica, tenemos la opción de pensarnos en clave dialéctica. 

Si algo hizo el neoliberalismo desde la última dictadura hasta hoy es crear una subjetividad no dialéctica, negando que los sujetos transforman el mundo. Para Paulo Freire, la relación entre la realidad objetiva y el sujeto es dialéctica, con influencias de Marx. Como señala en sus trabajos, la relación entre el  sujeto y el mundo, entre el sujeto y sus condiciones de existencia, es dialéctica. Esa dialéctica es el objeto de su indagación y es relacional, vincular y no una metafísica de esencias y atributos. Significa que el mundo externo determina al sujeto pero que el sujeto transforma al mundo

Para el neoliberalismo, el sujeto no transforma nada, sino que la realidad es rígida y debe acatarse. En casi 50 años de neoliberalismo han borrado la idea de que como sujetos somos agentes de transformación. 

La dialéctica tiene aún gran potencialidad política porque el mundo puede ser transformado. La sociedad se interioriza en la subjetividad, donde está presente la estructura social: explotados y explotadores. El individuo es producto y productor, estructura-estructurante en un proceso que nunca se cierra ni se completa del todo. Hay una dialéctica sujeto-contexto que supone, además de la lógica dialéctica, una posición materialista en donde el sujeto está situado en una determinada estructura social. Por tanto, esto tendrá que ver también con una política y una ética. Un compromiso, por usar términos existencialistas.

Para volverse un agente de cambio social se debe superar la rigidez, la ausencia de distancia, para poder tomar consciencia de problemas en el aprendizaje, en nuestra visión del mundo, en nuestra filosofía. El “aprendizaje” se vuelve fundamental para Freire, inserto en el constructivismo: cuestiona la división cartesiana res cogitans-res extensa, la noción de “correspondencia” y supone una concepción de verdad en tanto praxis. Piensa en un sujeto activo que construye la realidad; en donde el conocimiento es un proceso y no un estado, un movimiento infinito y un constante acercamiento al objeto.

El proceso de conocimiento está estrechamente vinculado con la práctica social. El sujeto se aproxima infinitamente al conocimiento de la verdad objetiva; esta aproximación nunca abarca totalmente al objeto, por lo que el conocimiento absoluto nunca se logra, por la complejidad y por las limitaciones históricas y concretas al ser seres situados. La dialéctica materialista tiene en cuenta los límites del sujeto, hay una  aproximación siempre incompleta al objeto. 

La dialéctica implica un movimiento que no es circular como el de la metafísica sino que es una estructura en espiral, por lo que no hay repetición. El escenario de la experiencia aparece como un entrelazamiento entre lo subjetivo y lo social, que se determinan recíprocamente.

La concepción de praxis también está atravesada por la dialéctica. La praxis es el modo de ser del hombre (las mujeres, las disidencias) en el mundo, situado, produciendo su propia vida. Praxis es hacer,  acción transformadora que implica identidad y lucha, interdependencia y  oposición, entre el hombre y la naturaleza, el hacer y el pensamiento, el  pasado y el presente. La praxis, actividad sensible de los hombres articulados en relaciones productivas, constituye al sujeto y al mundo, en  tanto orden histórico y social. Como proceso, la praxis compromete al sujeto  total en su acción manifiesta y en su acontecer interno. Praxis implica necesidad, de la misma manera que necesidad significa el desarrollo de una praxis. 

Constituyen la causa de un movimiento permanente, de una multiplicidad de procesos en los que se despliega la vida de cada sujeto concreto, desde su concepción hasta su muerte, sin que nada implique, jamás, el retorno a un estado previo, sino el inicio de nuevas contradicciones. Por otra parte, la necesidad y el sujeto se transforman en la búsqueda del objeto.

Una concepción dialéctica se diferencia de la metafísica. La dialéctica es negación de la  inmovilidad. Porque a partir de entender la  complejidad y el movimiento permanente de lo real es que se sostiene la posibilidad y la relatividad del conocimiento humano, conocimiento que es histórico y siempre incompleto, porque lo real se desarrolla permanentemente. En consecuencia, la dialéctica está siempre abierta a nuevos desarrollos. 

La huella teórica de Paulo Freire se trata de un pensamiento dialéctico que se mueve por las contradicciones y que no espera la paz de los cementerios. Sigamos por la misma senda para transformar la realidad, transformándonos.