|Por Leonardo Marcote

|Ilustra Brutta

A pesar de no haber sido nunca campeón mundial, Oscar Natalio “Ringo” Bonavena es más reconocido y querido que otros boxeadores que sí lo fueron. Su carisma, su impronta, su estilo fanfarrón de clásico porteño y su desfachatez lo llevaron a ser un personaje entrañable.

“Dios me hizo boxeador. Bueno, yo digo dios como puedo decir mi mamá. A dios no lo conozco, a mi vieja sí y es lo más grande que hay”.

Ringo nació un 25 de septiembre de 1942, hijo de Vicente Bonavena, un inmigrante italiano que trabajó como conductor de los tranvías de la línea Lacroze; y de Dominga Grillo, su mamá, a la que veneraba. El matrimonio tuvo nueve hijos, Ringo fue el séptimo.

Abandonó en sexto grado el colegio: “De tanto repetir, casi me caso con la maestra”, solía bromear cuando le preguntaban por sus estudios.

A los 12 años, lo expulsaron del club San Lorenzo de Almagro porque orinó en la pileta de natación desde lo alto del trampolín. Gracias a esa expulsión, empezó a acercarse al box.

Comenzó a concurrir al Club Atlético Huracán de Parque de los Patricios, su barrio. En los gimnasios del club descubrió el boxeo, su lugar en la vida. Pese a que no tenía buena técnica sus golpes eran certeros y duros.

Todo venía bien pero su carrera amateur se cortó a los 21 años cuando estaba peleando en los Panamericanos de San Pablo y -frustrado por la paliza que le estaba dando su contrincante-, le mordió una tetilla. Fue castigado y le quitaron la licencia para pelear en el país.

Emigró a los Estados Unidos donde enfrentó a los más grandes boxeadores de la época. El destino siempre parecía tener algo mejor para su vida y su carrera.

Realizó 68 combates como profesional: ganó 58, empató uno y perdió nueve. Fue campeón argentino de peso pesado: le ganó el título a Gregorio Goyo Peralta por decisión unánime el 4 de septiembre de 1965.

En un baile en el club Oeste, de Caballito, conoció a su novia Dora Raffa, se casaron y tuvieron dos hijos, Adriana y Natalio Oscar.

Ringo era un hombre alegre, divertido y que le gustaba hacer bromas. “La risa es el reflejo de la generosidad del alma”, le gustaba decir.

Era hincha de Huracán y, cuando los tiempos del boxeo se lo permitían, le gustaba ir a ver los partidos. Una tribuna lleva su nombre, además de una estatua en el barrio y una canción que canta la hinchada los domingos: “Somos del barrio, del barrio de La Quema… ¡Somos del barrio de Ringo Bonavena!”.

El 7 de septiembre de 1970, perdió por nocaut técnico en el último round en la que fue la pelea de su vida frente a Muhammad Ali, el mejor boxeador de la historia.

“¿Que podía haber terminado de pie con Alí? Puede ser, pero ése era mi verdadero sueño y, por lógica, los sueños también a veces terminan mal. Fue mi pelea, aunque haya sido derrotado”.

En 1974, ocho años antes de que estallara la guerra por las Islas Malvinas, Bonavena ya era un activista y daba visibilidad a la causa: “The Malvinas are Argentina´s”, decía en sus remeras.

No sólo era boxeador, se puede decir que Ringo era un artista. Hizo teatro de revista, actuó en TV junto a Pepe Biondi y grabó el tema “Pio, pio, pa”, con autoría de Dino Ramos, letrista de Palito Ortega. La canción fue un éxito de inmediato (vendió 35.000 mil copias).

“Trato de hacer todo lo que siento. Por eso grabé un disco: no tengo nada de voz, pero me gusta cantar”.

Tiene frases que quedaron inmortalizadas:

“La experiencia es un peine que te lo dan cuando te quedas pelado”.

“Nacer en Patricios, barrio de laburantes humildes, y llegar a lo que llegué, no es para todos”.

El 22 de mayo de 1976 fue asesinado en Estados Unidos cuando intentaba encaminar nuevamente su carrera deportiva.

Por primera vez, desde el inicio de la dictadura, una multitud salió a las calles para acompañar a su ídolo. Más de 100 mil personas despidieron los restos de Ringo en el Luna Park.