|Por Leonardo Marcote

Es temprano y Facu no llega. Llueve torrencialmente en Córdoba y Viviana Alegre, su mamá, sale a buscarlo. Se despidieron la noche anterior, cuando él salió de su casa para ir a un recital de cuarteto. Al “rubio del pasaje” como le decían sus amigos y amigas porque vivía en un pasaje del barrio Juniors, lo apasionaba la música.

Las calles están inundadas pero a ella nada la detiene. Lleva sobre sus espaldas otra desaparición, la de su hermano, Marco Alegre, desaparecido durante la última dictadura cívico-militar. Y si bien son contextos distintos, presiente que a su hijo pudo haberle pasado lo mismo que a él. Al llegar a la casa de la novia de Facu, con la que tenían una hija de nueve meses, confirma que allí no estaba y la preocupación empieza a hacerse insostenible. Facu tenía adoración por su hija. Estaba construyendo una casa, en el mismo terreno que vivía su suegra, para poder vivir los tres juntos. Trabajaba de albañil y pintor, y lo que ganaba lo juntaba para poder comprar materiales para su futura casa. Le gustaba la idea de poder levantar con sus “propias manos” el hogar en el cual iba a pasar sus días junto a las personas que más amaba.

Para Viviana Alegre la historia se repite. Se dirige a hospitales, casas de amigos, habla con los vecinos. Nadie sabe nada. Vuelve cansada a su casa luego de caminar horas. Nunca más volvería a hacer lo mismo para ella. Por la experiencia de su padre, en la búsqueda de su hermano, sabe que vienen días difíciles.

Facundo Alegre, 21 años, fue visto por última vez la madrugada del 19 de febrero de 2012, cuando fue a un recital en el Estadio del Centro. De acuerdo con la investigación, que sirvió en el juicio que culminó a fines de agosto de 2015, la hipótesis es que en la madrugada del 19 de febrero de 2012 Facundo fue enviado por uno de los integrantes de una banda de cuarteto a comprar drogas a la casa de la familia de la “Colela” Rearte, madre de los hermanos que fueron imputados en la causa. En el juicio también se dijo que se creé que en ese lugar se generó una discusión porque aparentemente Facundo habría pagado con un billete falso que le entregó alguno de los integrantes de la banda. La misma investigación dio por corroborado que, en la discusión, Pablo Rearte, condenado a 11 años de prisión, agarró a Facundo para inmovilizarlo y su hermano menor le disparó en la cabeza con una pistola.

El último eslabón de una cadena de impunidad

La investigación tuvo muchas  irregularidades. Desde testigos que denunciaron golpizas policiales. La policía que nunca fue investigada. La familia de Facundo recibió amenazas. No se hicieron peritajes a los patrulleros que circularon la madrugada que desapareció. Las cámaras de seguridad del Estadio no funcionaron esa noche y cuando la familia pidió las cámaras de los alrededores, demoraron mucho tiempo en entregárselas. Con todas estas irregularidades se llevó a cabo el juicio.

Para Viviana Alegre los acusados solo son “el último eslabón de una cadena de impunidad”. Facu sigue desaparecido y es imposible que un adolescente desaparezca de un barrio sin complicidad policial.

Poco antes de desaparecer se había anotado en la Facultad de Arquitectura para poder empezar sus estudios. Lo apasionaban muchas cosas, pero uno de sus grandes sueños era poder ser conocido con su banda de cuarteto con la que había podido dar un primer show “oficial”.

Lo lamento hasta el día de hoy…”, recuerda Viviana. “Fue el show oficial y las únicas que faltamos fue su hijita que tenía meses y yo. Fueron todos. Era una banda de cuarteto familiar. Yo sabía piano y le había enseñado un poco. Era muy musical él. Cantaba por cantar pero quería ir a aprender canto. Era una banda de cuarteto de laburantes porque ninguno se dedicaba a la música. Fue el 22 de enero de 2012, me acuerdo hasta la fecha y todo... Poquito antes de desaparecer. Lo lamento hasta el día de hoy no haber podido estar ahí acompañándolo. Tenía que laburar ese día y no podía faltar porque no tenía un mango”.

¿Qué recordás de las primeras horas, cuando lo esperabas y él no llegaba?

--Él había dejado el celular que tenía porque no andaba bien. “Para que me lo voy a llevar si se me va a apagar a cada rato”, me dijo antes de irse al boliche. Ese teléfono quedo en casa. A la mañana me levanto y al ver que él no estaba lo prendo y empiezo a ver mensajes que le habían mandado: “ey rubio, por dónde estás, nosotros ya estamos en la puerta para salir”. Después de leer eso salí desesperada a buscarlo. Fui a la casa de su suegra, él ahí estaba empezando a hacer su casita. Sabes lo que me salió decirle apenas me abre la puerta, “me lo mataron al Facu”.

¿Por qué pensaste eso?

--Porque a Facu la policía lo había detenido muchas veces por el simple hecho de tener teñido el pelo, usaba aritos. Era carne de cañón. Lo detenían por cualquier cosa que pasaba.

¿Cómo fueron los primeros momentos de la búsqueda?

--Con la angustia y la desesperación a cuestas empecé a ir a hospitales, a la casa de amigos, a preguntarles a los vecinos que lo conocían. Nadie sabía nada. Yo era chica cuando desapareció mi hermano, tenía 11 años, pero tenía la experiencia de mi viejo en la búsqueda. Era chica pero estaba ahí con él y conozco ese sufrimiento inexplicable.

Lo buscaba por todos lados y al mismo tiempo comenzaban las amenazas. Me tiraban anónimos en la puerta de mi casa; también me pasó un auto a centímetros, no me atropello de casualidad. De todo me hicieron. El lunes 20, un día después de su desaparición, atiendo el teléfono y alguien me pregunta si yo era la mamá del rubio. Le digo que sí y me dice: “Bueno, no lo vas a ver nunca más”. Fui a la comisaría y los policías que me atendieron me dijeron que seguramente era una broma. Nunca investigaron esa llamada.

¿Qué sigue después de aquel juicio en el cual ustedes denunciaron muchas irregularidades?

--Para nosotros fue una caza de perejiles. Por eso estamos preparando una presentación en la Comisión Interamericana de DDHH. Hay muchos elementos que queremos que se revisen, hubo muchas falencias en el juicio. A Facu no lo buscaron.

Facu tenía a su tío desaparecido. Qué nos podés contar de la militancia de tu hermano y de tu cuñada, Natalia Regueira, que desapareció junto a él.

--Eran maestros rurales en Misiones y de ahí ellos decidieron mudarse a La Plata para estudiar. Desaparecieron en junio de 1978. Mi cuñada quería ser psicóloga y él profesor de historia. Ella estaba embarazada y fue trasladada a la ESMA. Él estuvo secuestrado en el Pozo de Banfield. Y para mi familia la lucha siempre continúa ahí también, porque es posible que un sobrino o una sobrina tengamos. Entonces, cada nieto restituido es una felicidad enorme. Siempre tenemos esa esperanza, nunca la perdimos.

¿Qué sueños tenía Facu?

--Quería estudiar arquitectura porque quería construirse su casa. Era muy amiguero, tenía distintos grupos de amigos. Del baile, del fútbol, él estuvo jugando en la escuelita de Boca Juniors, acá en la sede de Córdoba. También jugó en la universidad. Tenía muchos sueños y la felicidad de su hija. Estaba muy feliz con su nacimiento. Cuando me dijo que su novia estaba embarazada él estaba seguro que tendría un varón y le iba a poner Rodrigo. Estaba confiado que era varón. Y cuando nació Rocío se sentía el pibe mas feliz del mundo.


Hasta encontrarte

Viviana Alegre transcurre sus días en la Ciudad de Córdoba, siempre cerca de su nieta a quien acompaña a transitar los días sin su papá. Camina por las calles que alguna vez caminó Facu contándole a Rocío quien era su papá, que soñaba y sobre todo cuánto la amó.

Desde su columna radial en el programa “La Semilla”, una vez por semana comenta distintos casos de violencia policial. “Hasta encontrarte”, se llama su columna  porque si de algo está segura Viviana es que a su hijo lo va a encontrar.

Homenaje que le realizaron a Facundo cuando se cumplieron 5 años de su desaparición. (Fotografía: La voz)