| Por David Pike Lizárraga

| Ilustraciones Lita.Ce

El 28 de Septiembre de 1966 un grupo de pasajeros secuestró un avión de Aerolíneas Argentinas cuando éste sobrevolaba Comodora Rivadavia y obligó al piloto a redirigir su rumbo hacia las Islas Malvinas. Una vez que aterrizaron en, lo que los ingleses llaman, Puerto Stanley, cantaron el himno argentino y desplegaron siete banderas nacionales. Rebautizaron al lugar como Puerto Rivero, en homenaje al gaucho que comandó la resistencia a la invasión inglesa de 1833

El operativo recibió el nombre de “Cóndor” y fue liderado por Dardo Cabo, quien sería uno de los grandes referentes del peronismo revolucionario y que fue asesinado durante un "traslado" carcelario en la última dictadura militar. Junto a él participaron otros diecisiete jóvenes del movimiento nacionalista Nueva Argentina, entre ellos la compañera de Cabo, María Cristina Verrier.

La acción duró 36 horas y los rebeldes se entregarón solamente a autoridades argentinas. Mediados por un sacerdote local, los “cóndores” permanecieron en la capilla, se llevaron consigo las banderas y se entregaron solamente al comandante del avión secuestrado, única autoridad argentina. Luego al borde de una lancha carbonera británica fueron hasta un barco argentino en mar.

Dardo Cabo de 25 años y su segundo, Alejandro Giovenco de 21, pasaron tres años en prisión. Rumbos distintos tomarían las vidas de estos jóvenes, mientras Dardo sería dirigente de Montoneros, Alejandro lo sería de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) ligada a la Triple A.

Tres meses antes del operativo, se había iniciado la dictadura de Onganía, la cual agudizará la represión ya desatada desde el golpe de Estado de 1955. La resistencia popular que se inició tras la caída del gobierno de Perón avanzaba a una etapa de mayor ofensiva y los ideales de la revolución se propagaban, principalmente entre los jóvenes.

La osadía de los "cóndores" tuvo el propósito de reivindicar la soberanía argentina sobre las Islas y en un acto simbólico correr la línea de lo posible. Eran otros tiempos, los de Guevara y el faro que ilumina, aunque el aliento de que se puede cuando todo indica lo contrario se sigue escuchando.