Por Delfina Gilli (@delfigilli) 

Ilustraciones Lita.Ce (.lita.ce)

No es novedad el hecho de que nuestro actual presidente Javier Milei le debe gran parte de su victoria al trabajo realizado en las redes sociales por parte de su grupo de comunicación. La inteligencia artificial es una estrategia política que se utiliza para llegar al público más joven y setearlo para que crean que lo que se les muestra es real, generando lazos imperceptibles entre lo ficcional y lo real. 

En la era digital prima la datificación de la vida (dato como orientación de la conducta), generando que la virtualización de las relaciones sociales determine y configure nuevas identidades. La hipermostración contemporánea pareciera anular la dimensión oculta, opaca, no visible, que es estructural a todo régimen de visibilidad. En ese sentido, pareciera ser que hoy en día, en el reparto de lo sensible, todo (forzosamente), deviene imagen, dejando por fuera todo aquello que no pertenezca al campo de lo visible/mostrable.

Esto potencia a que Javier Milei y su equipo de comunicación expriman su poder para llevar a cabo acciones que trabajan desde lo más sutil, para penetrar en las subjetividades (cuerpos) y en las relaciones entre las personas. De todas maneras, no se deja de lado la vulgaridad con la que utilizan la inteligencia artificial para la representación del presidente de manera caricaturesca e infantil, y muchas otras veces con rasgos hegemónicos e irreales. No solo alarma la gran capacidad para generar noticias falsas, sino la rapidez de su expansión por medio de aplicaciones virales como Tiktok, Instagram, Twitter (X), entre otras.

Javier Milei en su Twitter demostrando la unión política con Patricia Bullrich, luego de su derrota en las PASO. La imagen infantiliza la realidad de la cuestión: la excandidata presidencial le entregó toda su estructura política para la fiscalización, participó de su cierre de campaña y lo acompañó en el búnker el día de su victoria, para finalmente lograr un puesto en el equipo (y lo consiguió).


¿Cuál es la necesidad de una alteración tan drástica de la persona humana? La idea de un mundo “virtual” se presenta desde la separación con la realidad, afirmando la experiencia sensible a través de su simulación. Es en esa simulación donde la inteligencia artificial funciona como una realidad ficcional alternativa que construye nuevos sentidos y significaciones muy peligrosas, pudiendo, inclusive, disminuir la capacidad de empatía y conexión emocional con los otros.

Tal como se expuso en una nota de The New York Times acerca de las elecciones presidenciales en Argentina, publicada en noviembre del 2023:

“Los investigadores hace tiempo que han expresado preocupación por los efectos de la IA en las elecciones. La tecnología tiene la capacidad de confundir y engañar a los votantes, crear dudas sobre lo que es real y añadir desinformación que puede propagarse por las redes sociales” 

Javier Milei vía Instagram luego de la asunción presidencial el 10 de diciembre. Probablemente al mirar la foto rápidamente podrían haberse confundido con el mismísimo Zac Efron, es que en esa foto no podemos negar el parecido entre Milei y la superestrella de Hollywood. ¿Así lo ven los libertarios? ¡porque nosotros no!

Ahora no solo estamos ante la preocupación del uso de la IA para la campaña política, sino también, de los efectos de la misma y de la victoria del presidente electo, el cual sigue perpetuando cánones de belleza irreales y una clara inclinación al mundo tecnocapitalista. 

El medio digital está constantemente producido por agentes humanos mediante la generación de datos y su interacción con ellos. Pareciera ser que el concepto de hacer de los seres vivos una mecánica, traslada consigo todos los males estructurales de la modernidad. El equipo de Milei ha sabido usar la tecnología para potenciar la capacidad de crear contenido viral, y de captar fieles seguidores que defienden cada uno de sus peligrosos dichos. El uso de los medios digitales como estrategia política ayuda a reforzar la construcción de una individualidad absoluta tras la soledad de nuestras pantallas. De hecho, la idea de libertad que tanto defienden, se desliga completamente de la relación con el otro, acoplándose perfectamente a la individuación que técnicamente produce el algoritmo.

Esto también se vio reflejado en una entrevista que dio para el ciclo “Universidad Crítica” del año 2018, en donde el periodista le pregunta a Milei quiénes son los más aptos para gobernar un país, y le da tres opciones: los tecnócratas, los políticos o los intelectuales. Como era de esperarse, contesta “Está la posibilidad, y ahora lo han diseñado, que sea conducido por robots”. Lo que a muchos nos parecería algo distópico y cruel, el presidente actual considera la idea de que el mundo sea manejado por robots como algo altamente positivo.

Está claro que el mundo que imaginan los libertarios intenta propagar una biología tecnológica, en donde los humanos “evolucionemos” a robots y nuestras emociones se midan en datos y algoritmos. La identidad individual por sobre la colectiva es lo que prima en su discurso, pero lo que no tienen en cuenta, es que la idea de la identidad se compone más que de elementos fijos, de procesos dinámicos, a veces violentos y decididamente políticos (no necesariamente partidarios) que involucran la disputa por las representaciones (de sí y de otros) y los imaginarios. El gran peligro al que nos enfrentamos con todo esto, es, en gran parte, la inmensa confusión que se genera entre los hechos sociales y las ficciones digitales.