|Por Leonardo Marcote
Se cumplen 44 años de la desaparición de María Claudia Falcone y la semilla de su corta pero intensa vida sigue cosechando corazones jóvenes a lo largo de todo el país. María Claudia fue secuestrada el 16 de septiembre de 1976, en lo que se conoce como “La noche de los lápices”. Tenía dieciséis años y estaba cursando el tercer año del secundario en el Bachilleratos Bellas Artes de La Plata. Criada en el seno de una familia peronista a los 13 años comenzó su militancia en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Junto a distintas agrupaciones estudiantiles luchó, en la primavera del año ’75, por el Boleto Estudiantil Secundario. Claudia vivía a una cuadra y media de su colegio pero tenía una gran sensibilidad social que la marcó desde muy chica.
Algunos de sus sueños iban desde actuar en una obra de teatro a crear una banda de rock solo de mujeres. Pero cuando la lucha popular comenzó a convocar a miles de adolescentes en todo el país no dudo en poner una pausa a sus deseos y volcar su tiempo a la militancia. La lucha por un país con más igualdad era el sueño más hermoso de aquella generación de luchadores populares.
Siendo consciente de que su compromiso político podía costarle la vida siguió con sus acciones pese a que en la ciudad de La Plata las bandas parapoliciales de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) comenzaban un cacería contra los militantes del peronismo revolucionario. Durante los años ‘74 y parte del ‘75 junto a sus compañerxs enseñaban a leer y a escribir a las personas de los barrios más humildes. Claudia se pasaba largas tardes dibujando con los vecinos y cocinando gracias a las ollas que llevaba de su casa. Le gustaba conocer a la gente, escucharlos.
Cuando se dio el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, lejos de abandonar su militancia continúo con acciones de resistencia, denunciando desapariciones. Pero también, al modelo económico que puso en marcha el gobierno militar que desbastó y empobreció aún más a la clase trabajadora. María Claudia resistió junto a su compañera María Clara Ciocchini hasta las primeras horas del 16 de septiembre de 1976 cuando un grupo de militares irrumpió en la casa donde las dos adolescentes se encontraban clandestinas.
A 44 años de su último combate podemos decir que hoy ya no quedan lugares oscuros para recordarla. Solo queda pensar a María Claudia Falcone desde la alegría y la entrega por un país mejor. A los desaparecidos y desaparecidas se los recuerda desde la resistencia y el amor. Así lo entienden lxs adolescentes que a menudo la recuerdan, que cambian nombres de calles que recuerdan a personajes nefasto de la historia para colocar el nombre de una jovencita que ellxs admiran. María Claudia sigue cosechando amor y pareciera tener un lugar casi vip en el corazón de su pueblo.
Su historia de vida y militancia conmovió a un sector del pueblo por el que ella misma luchó y dio su vida. Su desaparición fue por luchar por los pobres, para que todxs tengan las mismas posibilidades, para que el sueño de una casa sea posible, de una educación y una salud pública de excelencia sea para todxs, sin diferencias. Los marginados de ayer y de hoy son los que levantan la voz para recordarla, los que pintan su rostro en una villa o arman jornadas de alfabetización en los distintos barrios. Lo mismo que hacía María Claudia. Siguen su ejemplo y lo multiplican. Multiplicar su compromiso para que los sueños sean posibles. Que el motor de sus ideales y su entrega siga contagiando. Vivirá siempre María Claudia Falcone en el corazón, en la valentía y en la dignidad de su pueblo.