| Por Antonella Giuso

| Ilustración Emiliano Guerresi

El pasado lunes 22 de junio la muerte de otra militante social se sumó a la lista de pérdidas por el coronavirus. Se trata de “Petra”, militante del comedor “Sol y Tierra” de Villa Celina, del que debió alejarse al inicio de la cuarentena por ser paciente de riesgo y feriante, trabajadora de la economía popular, labor que se vio obligada a continuar para llegar a fin de mes.

La decisión la tomó junto a sus compañeres de las Organizaciones Libres del Pueblo (OLP), pero esta no fue suficiente para prevenir el contagio. “Tenía diabetes y asma por eso cuando empezó todo esto no participó para cuidarse ella y al grupo, de todas formas tenía que salir a laburar, era feriante y en estos laburos ganas en el día y comes a la noche”, expresó Micaela Méndez, militante de la OLP. “No hay chance de poder hacer una cuarentena como se vive para la clase media. Las compas creen que ahí fue donde pudo haber contraído el virus, lo cual habla de quienes están más expuestes o quienes tienen el privilegio de poder cuidar su salud y priorizar entre no contagiarse un virus o comer a la noche”, indicó.

Esta realidad no es ajena, la crisis se siente en todos los sectores, sin embargo quienes la sufren con crudeza y desde hace tiempo, son las clases populares que, aún con posibilidades cada vez más reducidas, construyen alternativas para salir adelante. Sólo en la localidad de La Matanza se contabilizan 52 muertes por covid-19 y más de 2600 contagios activos hasta la fecha, la emergencia en las barriadas es inminente.

Imagen: Emiliano Guerresi

Micaela nos cuenta sobre la compañera y le sitúa un rostro a las cifras que observamos a diario, afirma que la muerte de Petra es una pérdida muy grande para el barrio, donde siempre estaba presente, participando del merendero, comedor y los talleres de género. “Lo más destacable de la compañera es que a pesar de las opresiones de ser migrante, mujer, de ser de un barrio popular, ella siempre estaba alegre, muy vivaz. Era súper gratificante para el grupo, donde generalmente las compañeras viven muchísimas situaciones de violencia, vulneradas y pisoteadas sistemáticamente, a la hora de compartir un espacio con Petra, la chabona podía hacer que eso no se sintiera tanto. Poder reirte a carcajadas porque siempre tenía una ocurrencia que transmitía que no todo estaba tan mal”, sentenció.

Contradecía la mayoría de los mandatos de ser mujer, no era tímida, no se callaba una, era una chabona que no iba a permitir que nadie le pasara por encima, no tenía filtros a la hora de decir cualquier cosa, era muy frontal en ese sentido. Una personalidad que era chocante, porque no era lo que se suponía que tenía que ser una mujer, no tenía una pareja estable, hablaba abiertamente de sexualidad y no se sometía al rol que históricamente nos quieren imponer, que es un rol pasivo, un rol de acatar, de siempre ponerse límites, opacarse, de ceder la palabra o el lugar, eso no era para nada algo que hiciera ella y creo que habla bastante de sí”, finalizó.