Este 8 de marzo marchamos contra la precarización de nuestros bolsillos y nuestros cuerpos.

La crisis sanitaria dejó en evidencia más aún la desigualdad en las tareas de cuidado y a su vez nos empobreció más que a nadie.

El feminismo no plantea agendas aisladas y no hace oídos sordos a el acuerdo con el FMI. La deuda externa también atenta contra nuestra libertad, contra la reparación de las desigualdades que se arrastran sobre nosotras.

La deuda es con nosotras, nos queremos vivas, libres y desendeudadas.