Escribe: Federico Di Pasquale

Este 2 de abril nos encontró frente a un gobierno que ningunea las luchas y los reclamos por la soberanía y que en ese sentido propone una fuerte desmalvinización que reubica a la Argentina como colonia, más allá de lo discursivo. 

Dirigen otra vez la mirada fuera de América Latina. Como con los 30.000, nos vemos en la obligación de dar discusiones que creímos saldadas. 

En primer lugar, ningunear la lucha por la soberanía es doloroso. Es faltar el respeto a los pibes de Malvinas, a los setecientos treinta que cayeron y a los mil trescientos que resultaron heridos; para ellos la guerra implicó frío, viento, lluvia, tormenta, hambre, soledad, muerte o supervivencia en las islas y luego de terminada la guerra, tras el largo olvido de esos héroes que se congelaban las manos por la soberanía de las islas.

Me imagino a esos pibes hoy, aproximadamente con 60 años, viendo que Milei y su gobierno reivindican a Margaret Thatcher, primera ministra de Gran Bretaña en los años de la guerra. Me imagino su decepción cuando también expresan su admiración profunda hacia los Estados Unidos cuando el entonces presidente Ronald Reagan apoyó a Gran Bretaña en lo que conformó un acuerdo imperialista de recuperación de una hegemonía que, desde la posguerra y tras el fin de la Segunda Guerra mundial, venía resquebrajándose por las revoluciones de los países del Tercer Mundo. 

En el contexto de posguerra, cuando se enfrentaban Estados Unidos y la Unión Soviética en un mundo bipolar emergieron las Revoluciones del Tercer Mundo en los países llamados periféricos. Desde los ‘40 hasta los ‘70 duraron los levantamientos de los pueblos que estuvieron sometidos al colonialismo o neocolonialismo en Asia, África y América Latina. Pueblos que durante siglos habían estado colonizados, sometidos a los tradicionales imperios de Japón, Francia, Inglaterra, Holanda, Francia y Bélgica.

El 17 de octubre de 1945, con el subsuelo sublevado de la patria argentina en Plaza de Mayo, tuvo que ver con estos levantamientos de los países del Tercer Mundo. Gandhi lograba la independencia de la India en 1947; los franceses son derrotados en Indochina por Ho Chi Minh; Sukarno y la derrota de los holandeses de Indonesia en 1948. La China de Mao se pone de pie en 1949; Mohammad Mosaddeq es Primer Ministro de Irán en 1951; Nasser triunfa en Egipto en 1952, mismo año de la revolución de Bolivia. Hacia finales de esa década, en 1959, es la Revolución Cubana. El África Subsahariana comienza a descolonizarse en el Congo con Patrice Lumumba, en Ghana con Kwane N’ Krumah, en Sudáfrica con Mandela, en Kenya por Jomo Keniatta, en Senegal por Leopold Senghor y en Argelia cuando en 1962 triunfa la revolución liderada por Ben Bella. 

Las naciones centrales de Occidente comienzan a perder su control colonial de los recursos estratégicos, debilitados frente a la URSS. Los Movimientos del Tercer Mundo tienden a la nacionalización de los recursos, como sucedió, por ejemplo, con los hidrocarburos. Pero, además se nacionalizan el sector financiero, la minería, las industrias, los transportes y otros servicios. Estados Unidos, como potencia occidental líder desde la posguerra, sufría la pérdida en estos territorios en donde predominaba. Es derrotado en Vietnam y comenzó a desplegar su política de reterritorialización para recomponer su hegemonía en el Tercer Mundo. Las dictaduras militares, los golpes de Estado y los planes genocidas en América Latina, África y Asia eran comandados por Henry Kissinger, consejero de Seguridad Nacional y Secretario de Estado de Nixon. 

Desde la Escuela de las Américas salían los cuadros preparados para actuar a las órdenes y restablecer la desigualdad perdida. Es así como en 1971 se produce el golpe militar en Bolivia, en Uruguay en 1972, en Chile en 1973, en Perú en 1975 y en marzo de 1976 en Argentina. Sólo China, Cuba, Vietnam y la India pudieron sostener sus gobiernos con el apoyo de la URSS. Las demás experiencias populares en América latina, Asia y África fueron barridas. 

Hoy, más allá de la entrada en la democracia en 1983, formamos un continuo de cinco décadas con esa hegemonía neoliberal en los países centrales y en los periféricos. Hubo muchas experiencias que cuestionaron o intentaron revertir esa hegemonía con mayor o menor éxito. 

Por eso, no es solamente que Milei intenta borrar la importancia de estos años de lucha por la soberanía, por los pibes de Malvinas, sino que como país nos devuelve al lugar de colonia contra el cual se luchó durante la década del 40 hasta la del 70 en el Tercer Mundo: la revolución cubana, las guerrillas latinoamericanas, la victoria de Vietnam, la URSS, la Revolución Cultural China, esos años en que se presagiaba el fin del capitalismo por el advenimiento del socialismo, todo eso está negando el presidente, todo eso pretende aplastar de la memoria y la historia. 

Silencia también a la Iglesia católica cuando se producían cambios en aquellos años en que el Evangelio se empezó a leer como un mensaje revolucionario de compromiso con los problemas del mundo y principalmente de los pobres y muchas militancias dieron su vida en consecuencia con ello.  

Para cerrar, diremos que para comprender a la guerra de Malvinas como parte de las luchas de los países del Tercer Mundo, podemos pensar que en 1982 volvimos a sentirnos latinoamericanos, hasta el punto que Nicaragua sandinista y Cuba nos apoyaron. Panamá votó a favor nuestro en el Consejo de Seguridad, siguiendo el espíritu de Bolívar y la Nación de Repúblicas. Que debemos reconstruir una matriz teórica autónoma apoyada en las mejores tradiciones del pensamiento nacional y popular latinoamericano, frente a un pensamiento cipayo, europeo, que desprestigia todo lo nuestro como bárbaro y enaltece lo de allá por civilizado. 

Ese desprecio hacia nuestros pueblos, hacia pueblos de África y Asia también expoliados en sus recursos por el colonialismo que saquea en nombre de la civilización y que vergonzosamente es traído al presente por Milei. Él es parte de una capa de sentido muy sedimentada, no sólo económicamente sino en lo cultural, una concepción racista de una coalición liberal oligárquica que no es nueva.

Malvinas fue una gesta por la Patria Grande como cuando San Martín luchaba contra el Imperio Español. Malvinas era otro episodio de un conflicto con el Occidente colonialista y sus aliados de la usura internacional. Que no se siga cagando Milei en los pibes y en la historia plebeya.