|Por Filomena Maturana

La desaparición forzada de Facundo Astudillo Castro no es, desde luego, un caso aislado en el interior de la provincia de Buenos Aires. Este trágico hecho es una constante frecuente en el ideario regional, imaginario en el cual las fuerzas policiales y militares se despliegan como agentes de coerción que aplican esa violencia sobre una parte de la población civil -el pueblo- como materia y masa.

Nadie “desaparece”, esta palabra no sólo exige una corrección (ya que produce un efecto de “pasivización”, un borramiento del agente que se encarga de desaparecer a otrx ciudadanx), tanto sí más, una reactividad en cadena del conjunto de la ciudadanía. A esta reactividad que invocamos activa, no negativa, se la llama resistencia. El signo “desaparición” no es una palabra más en las voces latinoamericanas, representa la violación de nuestra autonomía más personal de manera radicalmente asimétrica y cobarde. Es la infinita violencia del Leviatán frente a nosotrxs; encarnado en el Estado o en los intereses de los oligopolios transnacionales.

Tuvimos la posibilidad de conversar nuevamente con Cristina Castro, madre de Facundo, allí en el rol de actores políticos, quisimos buscar la mirada viva que tiene acerca de algunas palabras capitales en la construcción de una conciencia política decidida y capaz de juzgar de manera actual y situada la realidad social de nuestra región. La gesta de Cristina, madre de Facundo, es un acontecimiento de resistencia en vistas a la construcción de Justicia Social. Nosotros no podemos aportar más que este transmitir de cómo vive ella la resistencia.

“Nosotros resistimos a esto, a que nos desaparezcan, resistimos, nos resistimos a que nos dejen sin justicia y nos pisen la cabeza y sigan matando nuestros pibes’

No hay ningún diluyente industrial que lo pueda dejar más claro que las palabras de Cristina. La resistencia no es una materia en cuya naturaleza indagan los filólogos. La vida misma revela su sentido. Luego, la estructura misma del Estado es la que desaparece a sus partes:

“El Estado para mí representa el enemigo. El enemigo que está detrás de todo esto. El enemigo que avala, el enemigo que protege. Lo veo como mi enemigo. La persona que no me representa a mí. Después de una desaparición, seguida por una muerte, debería agilizarse y trabajar con transparencia. No lo han hecho así y detrás de cada desaparición forzada, seguida por muerte, está un Estado que avala…”.

Aunque seamos pobres en billetes no somos pobres en inventiva. La resistencia en Latinoamérica se traza a través de nuestras formas de vida y habita en un estado constante de declaración entre la alerta y el reclamo. Discurre en la materia informada de la vida diaria. En la educación, en el levantar del puño, en las batucadas, en el venceremos. Es semilla en el grupo de vecinas que se organizan para ayudar a otra vecina que se quedó sin trabajo en la pandemia. Crece y se propaga a través de los espacios populares organizados, en donde la organización de lxs compañerxs permite distintas medidas de fuerza, algunas más sofisticadas. Otras más directas. El Leviatán no representa a los trabajadores; ¡es urgente reformular las fuerzas coercitivas!. Y sobre el temple anímico, el odio de estos agentes de la desaparición:

“Que se acabe este odio de raza, este odio de colores de piel, este odio tan encausado en las fuerzas policiales, este odio que viene de la dictadura. Es una vena más de la dictadura, que no supieron cómo y que hoy nos ha arrebatado la vida de miles de pibes”

Con estas palabras, Cristina, mujer, madre y trabajadora, pero sobre todo guerrera de la vida, nos permite comenzar a trazar una cartografía para la acción. La resistencia, el modo en que el Estado se nos presenta y el estado psíquico de quienes bajo el amparo del Leviatán (el gran monstruo, el máximo soberano) descargan su miserable crueldad sobre los cuerpos de nuestrxs compañerxs. Pese al intento de la policía bonaerense de desconectar a la madre de su hijo, Cristina sintió que algo le habían hecho. Ni el aparato represivo del Estado argentino pudo cortar su conexión a través del artilugio del ocultamiento de pruebas, de la distorsión en la información, de la desaparición. Esto mismo es lo que habita en cada una de nuestras resistencias, nuestros cuerpos que habitamos y que aunamos dentro del tejido social al que tanto han atacado, pero al que no han podido romper ni en nuestra Argentina ni en la tan violentada Latinoamérica. Cristina Castro ejemplo de tenacidad y fuerza nos invita a continuar la lucha, a resistir, a no bajar los brazos y sobre todo a cuidarnos como una familia, una comunidad.

“Estas nuevas generaciones de padres, cuiden mucho a sus hijos y sepan que si pasa nuevamente algo de esto, que sigue pasando día a día, donde un muerto tapa a otro, acá estamos. El grupo de familiares siempre para apoyar, para acompañar y para enseñarte, como me enseñaron a mí, cuál es el camino. El camino de otros al menos nos ha servido de experiencia a nosotros. Estamos acá”.

El sentimiento está presente, nos levanta el vivo dolor visceral frente a la injusticia y la esperanza de un mejor mañana para nuestro pueblo venidero.

A dos años de su desaparición,

Justicia por Facundo Astudillo Castro