Por Leonardo Marcote

Uno de los grandes desafíos del Padre Carlos Mugica fue llevar el mensaje de Cristo a los barrios más marginados de Latinoamérica. Tenía claro que no sería una misión sencilla, como dijo alguna vez: “antes de hablarle de Dios a una persona que no tiene techo es mejor conseguirle un techo, es decir que conseguirle techo a una persona ya es hablarle de Dios”.

Mugica era un hombre claro en su mensaje y transparente. Y si bien antes de 1955 se consideraba “gorila”, todo cambió luego de los bombardeos en Plaza de Mayo. Aquel día vio una pintada que lo conmovió: “Sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos”. Los “cuervos” eran los curas.

“Me di cuenta que en Argentina los pobres son peronistas. Y eso no es una casualidad. Ellos creen en Dios, y creen que políticamente hubo un tiempo mejor y que nuevamente vendrá un tiempo mejor. Ese recuerdo y esa esperanza se llama Peronismo”.

En 1950 viajó a Roma a la celebración del “año Santo” y  volvió con la decisión de ser cura. Dos años más tarde ingresó al Seminario Arquidiocesano de Villa Devoto.

Siendo asesor de Acción Católica en la UBA conoció a tres jóvenes estudiantes del colegio Nacional Buenos Aires: Carlos Gustavo Ramus, Fernando Abal Medina y Mario Eduardo Firmenich, futuros fundadores de la Organización político-militar Montoneros. Junto a ellos, en 1966, participó como asesor espiritual de los campamentos solidarios de la Acción Misionera Argentina (A.M.A) en Tartagal.

En 1968, viajó a Bolivia para reclamar los restos de Ernesto “Che” Guevara. Sin tener una respuesta favorable del gobierno boliviano siguió viaje y desembarcó en Francia, donde fue testigo del “Mayo Francés”. En octubre, luego de once meses en el exterior, regresó a Argentina y asistió a una reunión del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), del que fue fundador en el país.

En los años 70, fue invitado y participó del programa “El pueblo quiere saber”, donde afirmó que “los únicos que han cambiado el mundo han sido los idealistas. El más grande de todos los idealistas ha sido Jesucristo que soñó que un día los hombres todos íbamos a dejar de ser pecadores y dio la vida por ello. Yo creo que el que no es idealista es un cadáver viviente”.

Como activo militante del peronismo fue uno de los elegidos para regresar junto a Perón en el vuelo que lo trajo a Argentina en noviembre de 1972.

“Cuando volví, una de las alegrías más grandes fue que una señora de la villa, me dijo: `los pobres también estábamos en el avión porque estaba usted’”, recordó Mugica.

El 25 de mayo de 1973 asumió la presidencia de la Nación Héctor José Cámpora. Mugica fue designado asesor del Ministerio de Bienestar Social. Lugar que ocupó hasta agosto de ese mismo año cuando decidió renunciar debido a los enfrentamientos que tenía con José López Rega “El brujo”. Aquella renuncia, meses más tarde, le costaría la vida.

El 11 de mayo de 1974 lo encontró celebrando una misa en la parroquia San Francisco Solano, en Villa Luro. Ya había recibido varias amenazas telefónicas y hasta tuvo un intento de asesinato años antes. Esta vez sus asesinos no fallarían.

López Rega eligió a uno de sus hombres más cercanos para acabar con su vida. Rodolfo Almirón, mano derecha del comisario Villar, le disparó cinco veces a quemarropa.

Meses antes, Mugica alcanzó a decirle a su hermano: “Le van a echar la culpa a Montoneros pero a mí me mata López Rega”.