Por Belén Rozas

Hace 5 años, el movimiento feminista en nuestro país vivió un punto de inflexión, con fuertes ecos en todo el mundo, que marcó el comienzo de una nueva etapa en nuestra lucha contra el patriarcado: el 3 de junio del 2015 se dijo por primera vez Ni Una Menos. No solo se dijo. Se gritó a viva voz, se hizo bandera, se marchó.

La consigna se transformó en compromisos individuales y colectivos, y se internalizó como proyecto político de por vida especialmente en un montón de pibes, pibas, niñes y niñas que aún no habíamos incorporado al feminismo en nuestras vidas, en nuestros cuerpos, en nuestra militancia, en nuestro trabajo y en nuestros vínculos. Las generaciones más jóvenes aprendimos en esas jornadas que lo personal es político y que la fuerza está en las redes que construimos.

Nos fuimos de esa movilización con un nudo en la garganta y todavía, a 5 años, nos sigue pasando cada vez que nos encontramos. Porque el feminismo es festejarnos pero también revisarnos mucho, nuestras historias y nuestras prácticas, es cuidarnos, es pensarnos, es perdonarnos, es darle sentido a nuestras vidas si estamos juntes para pelear por los derechos que nos negaron siempre. Y es eso. Lo que nos emociona, al fin y al cabo, es saber que ya no estamos más solas/es y que podemos transformar todo lo que deba ser cambiado.

La deuda es con nosotras y nosotres

En un momento económico y social como el actual, en el que la palabra emergencia se escucha en todos lados, es fundamental para nuestra supervivencia que el Estado enfoque bien las prioridades y tome decisiones justas. En ese sentido, es muy importante el trabajo que el movimiento feminista realiza cada 8M y cada 3J, momentos en los que sintetiza en un documento colectivo las demandas aún no resueltas que acarreamos desde hace ya demasiado tiempo y nuestra posición política frente a la coyuntura nacional e internacional.

Hoy estamos pidiendo por la Emergencia Nacional en Violencia de Género. La mayoría de las y les compañeres travestis y trans todavía tienen una expectativa de ¿vida? de 35 años. Las tareas de cuidados hoy son consideradas esenciales pero no son remuneradas. El aborto todavía no es legal, seguro y gratuito. Hay niñas que son obligadas a ser madres. La pobreza sigue feminizada. En la tele y el diario la violencia simbólica y mediática sigue siendo moneda corriente. Y muchas cosas más.

Mientras el resto se pregunta hacia dónde va la nueva normalidad, nosotres tenemos muy en claro para dónde estamos caminando. Feminismo o retroceso.

No queremos ser más esta humanidad

Evidentemente aún nos queda mucho por recorrer, pero no hemos estado con los brazos cruzados estos últimos años. La lucha feminista se ha masificado, llegó para meterse en todos lados como una gran telaraña que va tejiendo desde esos lugares que la real política y la militancia cis androcéntrica nunca han tenido en cuenta. En un contexto de tanta incertidumbre hay una cosa que está muy clara y es que nosotres, como dijo Susy Shock, no queremos ser más esta humanidad. No estamos dispuestas/es a seguir pidiendo justicia por cada une que nos matan o desaparecen. No vamos a conformarnos con las vidas más precarizadas de todas. No nos cabe una no poder decidir sobre nuestros propios cuerpos y territorios. No vamos a permitir nunca más que nos abusen, nos exploten, nos maten y nos desechen. Mientras el resto se pregunta hacia dónde va la nueva normalidad, nosotres tenemos muy en claro para dónde estamos caminando. Feminismo o retroceso.