Este texto fue publicado hace dos años a propósito de los 50 años del Cordobazo. El mismo fue parte de un Dossier desarrollado por Resumen Latinoamericano, Contra Hegemonía Web y La Luna con Gatillo.

|Por David Pike

Los meses previos al Cordobazo eran aparentemente calmos. El general Onganía, que a partir de un golpe de Estado en 1966 conducía al país, planteaba que su gobierno debía extenderse por más de diez años, con el ánimo propio de quien considera tener todo bajo control. Desde ya, existían manifestaciones de resistencia y una fuerte represión que no permitía que éstas se expresaran en toda su magnitud; la cantidad de mártires populares en aquellos años cuantifica este planteo. El 23 de mayo de 1969 un artículo de la revista Electrum del sindicato cordobés de Luz y Fuerza, a propósito de una masiva huelga realizada el 16 de ese mes se pregunta: “¿Qué pasa? ¿Por qué de repente todo el mundo se lanza a la calle y enfrenta abiertamente a la represión? (…) súbitamente nos hemos encontrado aquí donde aparentemente “no pasaba nada”, con un panorama totalmente distinto, con una realidad humana pujante y enfervorizada, cuyos brotes se advierten por todos lados. Y no son, precisamente, de escarlatina”.


La insurrección popular que meses antes nadie preveía tuvo sus antecedentes  inmediatos en Córdoba con la huelga del 16 de mayo, de gran alcance y fuertemente reprimida; en la simbólica expresión que resultó del enfrentamiento en el centro de la ciudad capital entre cinco mil obreros mecánicos y las fuerzas represivas ante el intento de éstas por impedir una asamblea gremial el 14 de mayo; y la ocupación del  barrio Clínicas por parte de los estudiantes enfrentándose a la policía el 23 de mayo. Un mes antes del Cordobazo se dió el Ocampazo en el norte santafesino con la "Marcha del Hambre" y dos semanas antes el Correntinazo y el primer Rosariazo de fuerte protagonismo estudiantil, donde caerían asesinados por la represión policial los estudiantes Juan José Cabral, en Corrientes, y Adolfo Ramón Bello y Norberto Blanco, en Rosario. La protesta estudiantil venía en ascenso ante un régimen que tuvo una fuerte política intervencionista y represiva sobre las universidades, y en Córdoba fue el aliado clave del movimiento obrero en la insurrección popular.

Sin embargo, el Cordobazo tuvo una larga construcción de años de resistencia popular, expresada en tomas de fábricas, trabajo a desgano y otras manifestaciones saboteadoras del sistema (como los "caños") contra la pérdida de derechos y la proscripción del movimiento político que formaba parte de la identidad de las masas. La experiencia acumulada de la clase trabajadora argentina estaba presente en sus organizaciones, su identidad combativa y su solidaridad como expresión unitaria. Aquella experiencia traía consigo prácticas clandestinas de años de represión y semilegalidad propias de la etapa previa al peronismo, junto a una memoria colectiva de los grandes hitos de la clase trabajadora. La Semana Trágica de 1919, la huelga general de 1936 y el 17 de octubre de 1945.


La unidad del movimiento obrero cordobés con las regionales de la CGT y la CGT de los Argentinos fue el paso previo necesario para que en aquellas geografías se diera este nuevo hito obrero que determinará el paso a la ofensiva del campo popular. Elpidio Torres de SMATA, Atilio López de UTA y Agustín Tosco de Luz y Fuerza fueron los líderes necesarios de aquella gesta histórica. La clave estuvo en la combatividad orientada desde la conducción obrera cordobesa, en oposición al colaboracionismo de la CGT Nacional, construida desde la práctica democrática y participativa de las bases. "No  lo hacíamos nosotros por una elucubración al margen de las posiciones populares, sino como una expresión auténtica que palpitaba en toda la población", expresaba Tosco en referencia a la determinación de lucha del pueblo cordobés en una carta escrita en junio de 1970.


En dicha carta, Tosco define al Cordobazo como "la expresión militante, del más alto nivel cuantitativo y cualitativo de la toma de conciencia de un pueblo, en relación a que se encuentra oprimido y a que quiere liberarse para construir una vida mejor". De allí en más nada sería igual, los azos se multiplicarán, las organizaciones armadas alcanzarán una rápida masividad y la posibilidad latente de transformación social llenará de esperanzas al pueblo. El sistema tendrá que pactar y aceptar el regreso del líder exiliado para contener dentro de los márgenes del sistema la fuerza arrolladora del pueblo.


En este cincuenta aniversario, recordar la aparente calma que antecedió al huracán que fue el Cordobazo, es un ejercicio enriquecedor para el despliegue de estrategias de mediano y largo plazo necesarias para superar el cortoplacismo imperante en el campo popular. Un cortoplacismo aliado del posibilismo reformista y alejado de las transformaciones profundas.  Para ello están los aniversarios, para repensar el presente a partir de nuestra historia. En palabras del líder más lúcido del Cordobazo, Agustín Tosco, "nuestra experiencia nos ha enseñado que, sobre todas las cosas, debemos ser pacientes, perseverantes y decididos. A veces pasan meses sin que nada aparentemente suceda. Pero si se trabaja con ejercicio de estas tres cualidades, la tarea siempre ha de fructificar".


Ilustraciones: Emiliano Guerresi