Por: Leonardo Marcote
Ilustra: Lucìa Brutta

Si algo tuvo claro Diego Armando Maradona a lo largo de sus 60 años de vida es que siempre iba a estar del lado de su pueblo. La fama, los excesos y el poder no pudieron borrar sus raíces de Villa Fiorito y su pasión por jugar a la pelota. 

Diego o “Pelusa”, como le decían sus amigos, nació en el Hospital Evita de la localidad de Lanús, el 30 de octubre de 1960. Se crió en el seno de una familia humilde y peronista:“Mi viejo fue peronista, mi vieja adoraba a Evita, y yo fui, soy, y seré siempre peronista”.

“Pelusa” soñaba con sus gambetas y sus goles para poder ayudar a mejorar la calidad de vida de su familia. Así lo hizo años más tarde cuando, luego de su paso por los “Cebollitas”, debutó con 16 años en la primera división de Argentinos Juniors. A partir de ese momento su carrera futbolística lo llevó a ser el mejor jugador de la historia.

“Me pegaron una patada en el culo y me mandaron a la cima del mundo. Y una vez en la cima del mundo me encontré solo. No sabía. Y estaba con el Rey Juan Carlos, con el Papa, con presidentes”.

Diego es calle, rebeldía y consideraba a Fidel Castro como su segundo padre y a Cuba como su segundo hogar y el que lo cobijó en un momento muy complicado de su vida cuando intentaba recuperarse de sus adicciones.   

Como capitán de la selección Argentina en el mundial de México 86, antes de jugar los cuartos de final contra Inglaterra, arengó a sus compañeros al grito de: “Vamos eh, vamos que estos hijos de puta nos mataron a nuestros pibes, nuestros amigos, ¡no podemos perder!”.

“Los militares no me cabieron, no me caben, ni me caberan jamás. Nos mataron a 30 mil”, consecuente con sus palabras, siempre estuvo al lado de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Por esa rebeldía que lo caracterizaba, los grandes medios de comunicación muchas veces jugaban en su contra. No le perdonaban que se enfrente al poder de la FIFA, a Macri y a Bush, entre otros. Tampoco le perdonaron su acompañamiento incondicional a Hugo Chávez en su lucha contra el imperio yanqui. 

Maradona siempre estuvo del lado correcto de los que quieren un mundo más justo. Así lo entendió y acompañó las distintas causas en las que él se sintió identificado.   

Diego fue el triunfo posible de todos los fioritos, su origen del que siempre hizo culto y nunca renegó. Murió un 25 de noviembre de 2020, el mismo día que Fidel.