Por Leonardo Marcote

El 16 de junio de 1955 la Ciudad de Buenos Aires amaneció nublada y con frio. Un canillita sobre Avenida de Mayo anunciaba a viva voz las noticias más importantes del día, entre ellas, se destacaba: el furor del rock and roll en los Estados Unidos y el escándalo que este producía en las familias más adineradas, que no veían con buenos ojos el movimiento de caderas que producía en los jóvenes que se animaban a bailarlo; el gran momento de Juan Manuel Fangio que estaba por consagrarse por tercera vez campeón mundial de fórmula 1;  y de la seguidilla de triunfos de River, gran candidato a ganar el campeonato.

El gobierno de Juan Domingo Perón estaba atravesando su segundo mandato. Desde hace tres años, sin la figura emblemática y potente de Evita.

Perón atravesaba una fuerte crisis con la iglesia. Relación que se había mantenido cordial hasta mediados de 1954 cuando el gobierno decidió legalizar los prostíbulos y aceptó la ley de divorcio. Esto último es lo que inquieto a la iglesia porque temían que luego de eso, el próximo paso sería desvincular la iglesia del Estado. De esa manera seria el fin del financiamiento con el cual la iglesia católica se mantiene hasta el día de hoy.

La iglesia, temiendo que esto suceda, el 11 de junio convocó a una multitud frente a la Catedral de Buenos Aires para realizar la procesión de Corpus Christi, a la cual participó toda la oposición al gobierno: militares, radicales, socialistas y hasta algunos comunistas.

En esa procesión se quemo una bandera Argentina que desato la bronca del pueblo peronista. Frente a este hecho el gobierno decide realizar un acto de desagravio para el 16 de junio en la Plaza de Mayo.

Como muestra de “apoyo” al gobierno la Fuerza Aérea había prometido un desfile de aviones sobre la Plaza de Mayo que culminaría con una lluvia de flores sobre los espectadores.

Un grupo de niños caminaba hacia el colegio cuando el suelo empezó a temblar. Eran las 12.45 hs. Comenzaron a tirar las primeras bombas sobre la plaza. Cientos de personas corrían desesperadas y aturdidas por el sonido de las ametralladoras de los aviones atacando.

“Fui a pedir trabajo en la obra social de comercio. Quería trabajar, quería tener mi casa y no vivir siempre en la misma casilla. Lo que menos pensé era que iban a bombardear. Tenía entendido que iban a soltar flores”, Recordó Natividad López, tenía 18 años y una bomba le corto una pierna.

Los militares decían que querían “matar a Perón”. Pero lo que realmente buscaban era dar un ejemplo de lo que estaban dispuestos a hacer. No le perdonaban al gobierno que la “negrada” o los “cabecitas” vivieran dignamente.

Más de 30 aviones de la marina y el ejército empezaron a bombardear la capital. Un micro escolar que llevaba niñxs volaba por los aires. No había límites para la crueldad

Ese día se produjo el atentado más importante de nuestro país. Lanzaron más de cien bombas. Alrededor de 350 personas murieron y hubo más de 600 heridos. Ese día, el golpe de estado fracasó. Tres meses después no volverían a fallar.

Hasta el día de hoy, ya pasó medio siglo, la iglesia católica no ha condenado los asesinatos sucedidos en la Plaza de Mayo. Los aviones que ametrallaron y mataron sin piedad a cientos de civiles indefensos, tenían pintada en sus alas el símbolo de “Cristo Vence”.