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Desde el momento que nace un sector económico la realidad le demanda una estrategia que permita su supervivencia, así como su desarrollo y crecimiento. Sin ello, no será posible la competitividad económica del sector; sea esta en base a costos, funcionalidad o calidad final de los productos; y, por lo tanto, verá reducidas sus capacidades para influir en la realidad en la que se desenvuelve.

La Economía Popular está en una encrucijada: entre ser una economía de subsistencia que sobrevive y se alimenta a base de excedentes y dádivas del Estado y una economía que, aprovechando sus potencialidades, pueda convertirse en un actor competitivo. Para ello, el apoyo del Estado a través de sus organismos debe trascender lo meramente económico.

Acá la cosa se pone interesante: las bases sobre las que se sustenta la génesis misma del sector se vincula ya sea con el rol de las organizaciones sociales en la creación de cooperativas y/o emprendimientos, o con las empresas ocupadas y recuperadas por sus trabajadores en un contexto de quiebra, vaciamiento y abandono de la patronal dueña de la unidad productiva. Esto le imprime un carácter muy diferente al de la lógica empresarial mercantilista -pública o privada- dominante. En este contexto es el Estado el que apoya o enfrenta al sector.

Más allá de esto, la Economía Popular como sector económico existe y, producto de la cada vez mayor exclusión social -que deja de lado a una buena parte de la mano de obra considerada sobrante para la acumulación del sistema-, tiende a crecer.

Estos elementos nos convocan a pensar el camino por el que debe optar el sector. Existen diferentes puntos de vista y miradas acerca del tema. Desde nuestra perspectiva, creemos que es menester avanzar en esta discusión.

¿Producir para qué?

Al día de la fecha hay 500 mil inscriptos en el RENATEP [1]. La UTEP (Unión de Trabajadorxs de la Economía Popular) estima que hay  6 millones de trabajadores en la Economía Popular. A su vez, según el programa RECUPERAR, existen hoy cerca de 18.000 trabajadores repartidos en 400 empresas recuperadas en todo el país y a través de sus organismos, el Estado asiste al sector [2]. El hecho de que exista una Secretaría y Direcciones -bajo el Ministerio de Desarrollo Social- al servicio de la Economía Popular, es un gran avance frente a tiempos pasados [3]. Ahora bien, lo que aún no se ha plasmado -a pesar de las buenas intenciones de actores particulares- es el lugar que se le va a otorgar a la Economía Popular organizada en un plan de desarrollo nacional. Para ello no alcanza con la creación de instrumentos de apoyo sectoriales. En este escenario, la centralidad del Estado en materia de decisión político-económica resulta clara. Se impone entonces, la necesidad de trazar una política de producción y desarrollo nacional, con la Economía Popular adentro.

Empresas y fábricas recuperadas, cooperativas de trabajo, agro y tierra cultivada, microemprendimientos, plantas recicladoras, y el conjunto de trabajadorxs que integra cada una de las unidades productivas, deben ser quienes discutan y formulen, en función de sus capacidades, el rol que debe desempeñar la Economía Popular en un plan de producción y desarrollo nacional.

Consideramos central este punto. Diseñar una estrategia propia para aportar en un plan de producción y desarrollo nacional requerirá abarcar la tarea de forma integral, incluyendo a la mayor cantidad de rubros de la Economía Popular e incorporando herramientas de formación para lxs trabajadorxs y tecnología a los procesos existentes. De esta manera, al tiempo que se fortalecen las bases de sustento, se edifica el esqueleto del sector.

No renegamos ni negamos las capacidades de las instituciones y organismos de ciencia, tecnología e investigación y desarrollo del país. Por lo contrario, hay que aprovechar los desarrollos ya existentes y transferirlos, siempre y cuando sea posible y aporten beneficios.
Sin embargo, dadas las especificidades y particularidades de la Economía Popular, se hace estratégicamente necesaria una herramienta propia para la investigación y el desarrollo, un Sistema Científico Tecnológico. Dicho espacio debe estar motorizado por las necesidades del sector y la voluntad de lxs trabajadorxs.

Su propósito debe ser el de formar tecnólogos que piensen y actúen desde y para los objetivos de la Economía Popular, con el fin de brindar asistencia técnica, incorporar tecnología, investigar temas de interés para el sector, identificar desafíos y potencialidades, y utilizar los saberes y conocimientos para la creación de nuevos desarrollos. Esta herramienta, que por ahora denominaremos “CONICET de la Economía Popular”, deberá “canalizar la energía creadora de los pueblos en función de objetivos nacionales [y sectoriales] propios” [4]. En el propio andar, en los aciertos y errores, en la resolución de problemas concretos, en las discusiones, acuerdos y diferencias, decantará en el mejor Estilo Tecnológico a adoptar para el desarrollo del sector.

Reformulando el Triángulo

En la década del 60 el tecnólogo Jorge Sábato propuso un triángulo como modelo de política científico tecnológica para el desarrollo nacional [5][6]. El triángulo se componía de tres vértices: Estado (planificador y movilizador de recursos), Estructura Productiva (industria, producción de bienes y servicios) y Sistema Científico Tecnológico (organismos de I+D y científico-tecnológicos públicos, universidades, etc.).

Dentro de cada vértice deben existir intrarrelaciones consistentes. Y entre los vértices, interrelaciones coordinadas y permanentes. Estos vínculos están regidos por una estrategia determinada, en función de un plan de desarrollo acordado.

Para nosotros no es necesario reinventar la rueda. Consideramos al Triángulo de Sábato como el modelo que mejor se adapta a los desafíos. Una pequeña reformulación permitirá adaptarlo al contexto que nos convoca.

Reformulación del Triangulo deSábato
  • Vértice 1: Organizaciones de la Economía Popular – Estado
  • Vértice 2: Estructura Productiva de la Economía Popular
  • Vértice 3: Sistema Científico Tecnológico:  CONICET de la Economía Popular y organismos I+D y científico-tecnológicos públicos.

En el Vértice 1 se discutirá el plan de producción y desarrollo estratégico. Desde allí se realizará una planificación y movilización de recursos hacia los vértices 2 y 3.
El Vértice 2 será el ámbito donde se lleve a cabo la producción de bienes y servicios necesarios para ello. Fábricas, empresas, microemprendimientos, agro y tierra productiva, recicladorxs, etc.
El Vértice 3 será el encargado de articular entre el 1 y el 2 en materia de desarrollo, transferencia e incorporación de tecnología a los procesos, así como de la investigación, identificación de problemas y potencialidades.

Desde nuestro lugar realizamos este pequeño aporte, convencidos que a partir del intercambio de ideas y la discusión fraternal, surgen los mejores, robustos y más auténticos proyectos.

Thomas Viscovich
tviscovich@institutovarsavky.org
Fundador del Instituto Tecnológico Social Oscar Varsavsky


REFERENCIAS

[1]Registro Nacional de Trabajadorxs de la Economía Popular, Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. https://www.argentina.gob.ar/desarrollosocial/renatep
[2]https://www.argentina.gob.ar/noticias/mas-de-400-empresas-recuperadas-se-fortalecen-gracias-al-programa-recuperar
[3]Secretaría de Economía Social, Dirección de Empresas recuperadas, entre otras. https://www.argentina.gob.ar/desarrollosocial/autoridades
[4]Herrera, Amilcar (1971) “Ciencia y política en América Latina”, Colección PLACTED, Biblioteca Nacional, Argentina.
[5]Sábato, Jorge A. y Botana, Natalio (1968) “La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina”, Revista de la Integración, INTAL, Argentina
[6]Sábato, Jorge A. (1979). “El triángulo nos enseña dónde estamos”, Ensayos en campera, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina.