Por Leo Marcote

Ilustaciones: Lita.Ce

El 30 de diciembre de 2004 ocurrió la tragedia de República Cromañón: 194 jóvenes murieron y más de 1.500 resultaron heridos. 

Una bengala inició el fuego en la media sombra que colgaba del techo. El humo tóxico descendió rápidamente. Se cortó la luz y la puerta de emergencia estaba atada con alambre. Fue una trampa mortal.

El hecho evidenció como nunca la corrupción política en la Ciudad de Buenos Aires. Por el hecho, fue destituido de su cargo el entonces jefe de gobierno Aníbal Ibarra.  

Muchos de los chico/as que murieron fueron aquellos que pudiendo sobrevivir al humo tóxico volvieron a entrar al lugar para ayudar a salir a otras personas.  

“Entre cuatro veces, pero era imposible llegar a los baños por el humo, que no te dejaba respirar. Pude sacar solo a algunas personas que estaban a mi alcance”, recordó Ana Sandoval que trabajaba en el lugar y falleció en 2008. 

Gran parte de la juventud estigmatizada encontró en Callejeros una manera de expresarse ante las injusticias y en sus recitales un lugar de pertenencia. Esa noche la banda festejaba un año consagratorio. 

“Muchos chicos salieron y entraron varias veces. Son héroes. Se dice que un 40 % de los chicos que fallecieron eran los que entraban y salían con cuerpos de otros chicos”, explicó  Raúl Morales, padre de Sofía, víctima de Cromañón. 

Cromañón, ubicado en el barrio porteño de Once, era el espacio alquilado por el empresario Omar Chaban y tenía capacidad para 1.030 personas. Se estima que esa noche entraron gracias a la complicidad política, policial y empresarial, entre 3 y  4 mil personas.

 “Había una fila de infantería que tenían todo para entrar y no entraban. Los bomberos mucho tampoco querían entrar. Las ambulancias no llegaban. A mi me faltaban mis amigos y los fui a buscar”, expresó  Santiago Batea, sobreviviente. 

Gracias a las organizaciones de víctimas y sobrevivientes en octubre de 2022 se aprobó el proyecto de expropiación de Cromañón que será destinado a un espacio para la memoria.