Por David Pike Lizárraga 

Ilustra Lita Ce

El mismo día que se cumplen 40 años de la recuperación de la democracia asumirá el nuevo presidente ¿Cuánto de las deudas de la democracia explica el fenómeno de la ultraderecha?

“Vamos a vivir en libertad”, dijo Raul Alfonsín en su discurso inaugural del 10 de Diciembre de 1983 frente a la asamblea legislativa. El mismo día, en el mismo lugar, 40 años después Javier Milei volverá a hablar de libertad. Esta vez su significado será muy distinto.

  

La nueva etapa que iniciaba el gobierno radical llevaba como principio el respeto de las libertades civiles por sobre el autoritarismo. Pero también, como lo expresara Alfonsín, la idea de que la libertad era posible siempre y cuando la democracia garantizará los derechos sociales. “Con la democracia no solo se vota, sino que también con la democracia se come, se cura y se educa”. 

Esa es la deuda de la democracia. Aquellos derechos que Milei desprecia y promete erradicar, son los derechos que le son ajenos al 40% de los argentinos que viven en la pobreza o a las dos terceras partes de los trabajadores que no tienen derechos laborales ¿Cómo pedirle a quién no tiene derechos que los defienda?

   

Al avance de la ultraderecha, se le contrapuso la defensa del status quo. Una nueva reforma laboral que elimine más derechos laborales es un proyecto político que la derecha aún no pudo lograr hacer ley. Sin embargo, la realidad económica precarizante lo hace por sí misma, actualmente hay en el país más de 4,5 millones de trabajadores por cuenta propia y más de 5 millones de asalariados no registrados que no tienen derechos laborales.

Esa realidad precarizada de la vida permite el ascenso de la ultraderecha, esa realidad de trabajadores informales y derechos sociales insatisfechos que año tras año va en aumento, deja a la democracia con una deuda impagable y permite que se llegue a cuestionar las bases del consenso de respeto de las libertades civiles. De la argentina del Nunca Más a correr zurdos, hay 40 años de insatisfacción. 

Esa insatisfacción, es la que permite que la exacerbación del rechazo, del sentimiento de odio y del prejuicio reaccionario estén por encima de los hechos objetivos que muestran que la libertad sin derechos sociales no existe. Esa posverdad presente en todos los grupos etarios, se hace más fuerte en las generaciones más jóvenes, en las generaciones nativo digitales encorsetadas en las burbujas del algoritmo y que votaron masivamente a la ultraderecha. 

Pero también es esa posverdad en la que anidan las emociones progresistas que llaman a defender un orden de la vida que no se corresponde con las realidades precarizadas de las mayorías de nuestro pueblo. 

En este 40 aniversario, las deudas de la democracia han calado hondo.